boy meets world

boy meets world capítulo 0: prólogo

"Pueblo chico, infierno grande". Este refrán abandona la literalidad y adquiere un significado diferente cuando se aplica sobre familias con un reducido número de integrantes; sobre aquellas que pasan desapercibidas a lo largo de la historia, o que alcanzan su momento de gloria, su auge, durante un breve periodo histórico. Los Clarke son un claro ejemplo.

Durante décadas, la familia mencionada se había distinguido por la destreza innata para trabajar la tierra y por el profundo entendimiento que generaban con el mundo vegetal. Sin embargo, los Clarke se enfrentan a una encrucijada cuando Tiberius Clarke, con sus ideas retorcidas, aparece en su árbol genealógico.

Tiberius Clarke, un poderoso hechicero, no solo sembró tormentos, desgracias y una severa difamación en el crecimiento del apellido, sino que también se encargó de arrebatarle el escaso prestigio que sus miembros habían logrado construir. Sus malas decisiones, junto con las malas compañías que alentaban sus disparates, formaron una dupla non grata. Sin embargo, durante sus años de falsa gloria, Tiberius Clarke se caracterizó únicamente por ser un fiel amante de las Artes Oscuras y un buscador de atención en los periódicos mágicos; era habitual encontrarlo entre las páginas de grandes oficinas de entretenimiento, en donde su nombre era resultado de hipótesis inconclusas, pero siempre supo cómo darse a la fuga. De hecho, su devoción por estas artes llevó a que parte de su identidad quedara suprimida, prácticamente extinta.

¿Qué implica que parte de su identidad quedara extinta?

Tiberius no solo se había adentrado en el lado oscuro de la magia. No solamente se limitó a corromper su alma con los actos más infames y antiéticos. Desde sus comienzos, había llegado al mundo estableciendo un vínculo palpable y extrasensorial con la magia. Un vínculo que no todos los magos y brujas eran capaces de forjar. Tiberius era portador de la habilidad empática, aquella que le permitía conectar con las emociones y los sentimientos ajenos de una forma más pura y excepcional.

Los portadores se caracterizaban por ser ideológicamente neutros, sin inclinarse hacia la extrema bondad ni hacia la maldad. Sin embargo, Tiberius Clarke había desafiado esta verdad fundamental de los de su especie. Su constante interés y coqueteo con las Artes Oscuras, en caminos intencionalmente malévolos, fueron suprimiendo gradualmente su habilidad empática hasta extinguirla por completo, convirtiéndolo en el último empatizador con registros de la familia Clarke.

Por décadas no se había vuelto a ver ninguno otro igual. Se había creído por mucho tiempo que la sangre empática de la familia Clarke había terminado junto a la desaparición de Tiberius. Sin embargo, las cartas sobre la mesa eran otras.

En la madrugada del 25 de noviembre de 1980, nace Terrence Clarke, bisnieto de Tiberius Clarke. No solo heredó el aspecto físico característico de la familia, y de Tiberius concretamente, sino que también se convirtió en el catalizador del renacimiento de la empatía dentro del linaje Clarke, como un ave fénix emergiendo de las cenizas.

Ahora, sobre los hombros de Terrence recaería no solo la responsabilidad de desentrañar los secretos y las vidas de sus ancestros para comprender y escribir su propia historia, sino también, desde su nacimiento, se le había encomendado la desafiante tarea de sumergirse en lo más profundo de su ser y descubrir qué lo hacía único entre los magos y brujas.