Origin Story

Está en la naturaleza humana buscar entender todo, por eso, saber que algo estará siempre fuera de nuestro entendimiento absoluto es aterrador. El tiempo es uno de esos conceptos. Comúnmente se percibe como algo lineal e infinito, el tiempo avanza y deja atrás todo a su paso, imposibilitando el retorno a lo que alguna vez fue. Otros piensan que es cíclico, que los eventos del pasado, presente y futuro están interconectados en un bucle eterno. Algunos rechazan completamente la idea de que todos experimentan el tiempo de la misma forma, considerándolo algo completamente relativo.

De cierta forma, hay ciertas nociones dentro del tiempo que parecen… prohibidas. Retroceder, avanzar por encima de lo natural, incluso si no es experimentarlo, si quiera percibir el pasado o el futuro parece innatural y, en el caso del relativismo, acceder a la iteración personal del tiempo de alguien más parece intrusivo.

Pero suficiente sobre el tiempo, ¿qué tal el destino? Ambos entes están irremediablemente entrelazados y son igual de incomprendidos. Existen tantas teorías sobre el destino como sobre el tiempo. El efecto mariposa, por ejemplo, dice que si hicieras pequeños cambios al pasado, el futuro sería absurdamente diferente. Sin embargo, hay quienes consideran que el destino está escrito en piedra: naces y tu trayectoria en la vida está ya lista, simplemente esperando a que te dignes a seguirla.

Lo último es algo que a nadie le gusta pensar. El ser humano detesta no sentirse en control de sí mismo, de sus acciones, de su destino. Seguramente ese sea el motivo por el que existe tanto rencor hacia el tiempo; es imposible de controlar y solo parece arrebatar, arrebatar seres queridos, arrebatar momentos felices, arrebatar vidas.

Por esto algunas personas se aferran a sus decisiones del día a día, todo con la esperanza de tomar las riendas de su futuro. Incluso de esta forma es inevitable tener arrepentimientos, momentos de “¿y sí…?”, “si hubiera sabido lo que sé ahora”, etc… Es una carga enorme que reposa imperceptiblemente en nuestros hombros día a día, pero no para todos es tan imperceptible.

Por lo menos para Amelia, la abuela materna de Maisie Harlow Gaunt, no resultaba imperceptible. Había nacido con el “don” de la clarividencia. Sí, entre comillas, porque no era precisamente algo positivo para ella. No lo fue al inicio, eso seguro. La carga sobre sus decisiones se había triplicado, el conocer exactamente lo que iba, no, podía pasar era abrumador. Las visiones del futuro solían ser inciertas, si veía algo malo tenía que hacer todo lo posible para evitarlo, si veía algo bueno tenía que asegurarse que las decisiones para llegar a ese destino fueran tomadas. Era exhaustivo.

Quizás por eso, eventualmente, se retiró de intentar hacer el bien con su don. Y no, no es que haya empezado a ejercer el mal con aquel poder. Simplemente… se lo tomó más banalmente, para un beneficio propio más que uno general. Amelia era una periodista, después de todo, y aquella habilidad le daba una ventaja inigualable en su campo.

Claro que sus predicciones no siempre eran acertadas, pero lo fueron las suficientes veces como para que empezara a tener algo de renombre dentro de la comunidad periodística. Era normal, Amelia y su equipo usualmente llegaban mucho antes que cualquier otra persona en escena. No hay mejor manera de ser la primera persona en tener una primicia que saber que va a ocurrir antes de que realmente ocurra. Incluso se rumoreaba que escribía distintas versiones de un mismo artículo para poder sacar la noticia casi al segundo.

El día de su fallecimiento la comunidad mágica lamentó perder una fuente de información tan rápida y eficaz. Al ser una habilidad increíblemente rara, era muy poco probable que alguien usándola de aquella forma se volviera a repetir. Y tenían razón, era muy poco probable, pero no imposible.

marzo, 2000

Hay una dificultad particular en discernir que un sueño no forma parte de tu realidad cuando experimentamos un sueño semi-lucido. A Maisie le ocurría precisamente eso aquella noche, para ella, estaba dando un paseo común y corriente en un parque inexistente en el mundo real. La única particularidad en lo que veía era que su visión tenía cierto grado de borrosidad, por lo menos hasta que otra persona la interrumpió.

Entrecerró los ojos, ¿Era una persona de verdad? Algunos de sus rasgos eran demasiado peculiares para que fuera completamente humana, como una hadita pero del tamaño de un humano. La realidad es que era una ninfa, algo no reconocible para aquellos, como Maisie, que no tenían cierto grado de conocimiento en mitología griega.

Gaunt ladeó la cabeza de forma inconsciente, una acción realizada por la confusión que le provocó la abrupta interrupción por parte de la ninfa. Esta última alzó su mano con delicadeza, llevándola hasta el rostro de Maisie y, con delicadeza, dirigió su atención hacia otra cosa… o más bien, a otra persona.

Ahora en su campo de visión se encontraba una señora de mayor edad, sentada en una mecedora a la vez que tejía algo. La señora parecía concentrada en su tarea hasta que alzó la mirada, llevándola hacia Maisie.

— Parece que va a llover.

Esas fueron las únicas palabras musitadas por la mujer. Maisie frunció el ceño, todavía más confundida que antes. Iba a preguntar algo pero, al dejar de ver a la señora, se percató de que la ninfa ya no se encontraba más frente a ella.

Finalmente Maisie se despertó, no estaba extrañada porque no recordaba mucho de su sueño, pero una sensación extraña se asentó en ella. No le prestó mucha atención y continuó su día con normalidad, era un fin de semana por lo que, a menos que surgiera algo que indicara lo contrario, no tenía nada que hacer.

Después del desayuno Maisie se decidió por dar un paseo por Londres; alzó la mirada al salir de su edificio: el cielo estaba grisáceo. Tras pasar por su café de confianza decidió seguir su camino por el parque de Claremont Square. Mientras estaba ahí se percató de que había un grupo de señoras en una clase de crochet al aire libre.

Si de por si la actividad resultaba curiosa para Maisie, algo que cautivó su atención fue que una de las señoras estaba en una mecedora. ¿Quién llevaba una mecedora hasta el parque? Debió haber sido mucho esfuerzo, sobre todo para alguien de su edad. ¿O alguien la habrá ayudado? La cabeza de Gaunt estaba distraída con aquella clase de preguntas por lo que se sobresaltó cuando la señora la vió. Sin embargo, la misma no reclamó a Maisie por quedarsele viendo tan groseramente, simplemente dijo:

— Parece que va a llover.

Una sensación de déjà vu envolvió a Maisie, un escalofrío recorrió su cuerpo entero y la sensación extraña que se había asentado en ella por la mañana se intensificó. Gaunt incluso pudo sentir su respiración entrecortada un breve instante, ¿por qué aquella frase le resultaba tan familiar?

— ¿Cómo?

La pregunta salió de forma involuntaria de los labios de Maisie, fue una pregunta instintiva, realmente no a lo que decía la señora si no al sentimiento provocado por ello.

— El cielo, está gris querida, espero que lleves un paraguas.

— Oh, no sé preocupe, me las apañare. Disfrute de su clase de crochet.

Maisie sonrió amablemente a la señora antes de apresurarse avanzar en su recorrido, que situación más curiosa. Pero… bueno, un déjà vu puede ocurrirle a todo el mundo, ¿verdad?

déjà vu
/ˌdeɪʒɑː ˈvuː/
noun
a feeling of having already experienced the present situation.
"a feeling of déjà vu"

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Para la cantidad de veces que he llevado a cabo investigaciones de todo tipo, pensaría que a este punto sabría como empezar con una.

Eso siempre es lo más difícil, ¿no? Sentar las bases. ¿Qué estoy investigando? ¿Por qué? ¿Cual es el objetivo de la investigación?

Esta será una investigación más informal. Quizás era evidente por el estilo que he tomado para escribir esto, definitivamente es poco científico, pero esto es una especie de proyecto personal.

Quizás sea porque considero que lo que estoy buscando no sea de relevancia para nadie más que para mí. Porque no lo es, esta simple y sencillamente es mi manera de encontrar algo de calma en lo que he estado sintiendo últimamente.

Sé que no hay nadie leyendo esto, por lo menos no debería de haber nadie. (Terrence Clarke, si encontraste este diario mientras ordenabas mi habitación o algo por el estilo, suéltalo.) Pero de alguna forma hablarle a la nada se siente reconfortante.

Bien, me estoy enrollando más de la cuenta. Dime, querido lector imaginario, ¿alguna vez has experimentado una sensación de déjà vu?

Si, puede parecer un poco extraño el dedicar un diario entero a investigar algo que puede llegar a ser una ocurrencia relativamente común. Es decir, ¿a quién no le ha pasado? Terrence me dijo que es algo común. Lo que me gustaría saber es si es normal que venga acompañado de escalofríos y sentimientos de ansiedad que, haga lo que haga, no parezco poder sacarme de encima.

Cabe la posibilidad que finalmente, no sea nada y termine dejando este diario entre la pila que tengo en la habitación. Pero algo en mi instinto dice que debería perseguir esto, y algo a saber sobre mi es que soy una persona sumamente testaruda y curiosa.

Dejo aquí un recordatorio de investigar más a fondo los déjà vu como fenómeno psicológico. La siguiente entrada debería contener lo que sea que encuentre.

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Sueño #2 | Mayo 2/2 | 04/03/2024 (HPE).

Sueño #3 | Junio | 05/03/2024 (HPE).

(Sueño #1 incluído en la historia de origen.)

Bueno.

¿Cómo empezar?

Definitivamente no es normal la cantidad absurda de déjà vus que he estado teniendo y la sensación que conlleva tener uno definitivamente no es agradable. No me considero una persona ansiosa, nunca lo he sido, pero últimamente todo eso cambió.

Jugueteo constantemente con mis dedos y cuando estoy sentada no puedo evitar hacer que mi pierna rebote a una velocidad que solo aumenta. A veces, cuando se vuelve demasiado o cuando me vuelvo consciente de realmente haber visto anteriormente lo que ví, mi mano tiembla ligeramente.

Creo que este último punto es importante, teniendo en cuenta los sucesos recientes: el motivo por el que he retomado este diario.

No me gustaría tener que hacer esta introducción, pero como parece ser irremediablemente parte de mi vida, quizás hay alguien que debería presentar: Aspen Blair Goldstein. Americana, azabache, completa y absolutamente hipnotizante; su presencia imposibilita la amenidad de mi vida desde Hogwarts. Lo típico.

Es curioso, a veces pienso que sé absolutamente todo sobre ella y nada a la vez. Ella definitivamente no sabe nada de mí, y a estas alturas, no creo que llegue a indagar al respecto.

Como sea, este no es un diario de emociones; sucede algo particular.

Hace unos días hubo un ataque de una niña obscurial… ataque, bueno, ¿accidente? Dudo mucho que haya sido intencional. No tengo ni idea de cómo sentirme al respecto, quizás no lo he procesado y por eso soy capaz de seguir mi día con normalidad. Quizás la ansiedad que podría haber provocado ese suceso simplemente se mezcló con la que llevo un par de meses sintiendo. El punto es que algo extraño sucedió, y como no, tiene que ver con Goldstein.

Ni siquiera sé explicar lo que vi cuando la toqué, fue extraño. Bueno, realmente “extraño” se queda muy, pero muy corto. Ahora mismo no encuentro una mejor palabra para ello. Intento recordar lo que sucedió con exactitud pero todo está muy borroso, sé que de repente paré en seco, vi cosas que no estaban delante mía realmente y luego sentí el peor dolor de cabeza de mi vida.

Pero lo que ví… ¿Aquella niña era Aspen? No, eso es imposible, ¿verdad? ¿Por qué vería eso? Las luces verdes volando de un lado a otro, aquellas figuras tan familiares y a la vez irreconocibles… Oh.

Escribir esto me hace darme cuenta de algo, pero no sé dónde dejé los periódicos americanos… Intentaré buscarlos y volveré, lo prometo. Además, aún te debo la investigación sobre los déjà vus… pero, creo que eso ya se queda bastante atrás.

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Visions of The Past | Enero 1/2 (COL) | 19/03/2024 (HPE).

Puede sonar raro, pero creo que tengo la respuesta a lo que me obligó a empezar este diario.

Clarividencia.

Suena loco, ¿no? Aún no estoy segura, o quizás estoy segura y simplemente no me lo quiero admitir. El solo hecho de ver la palabra escrita es intimidante.

Respondiendo a mi entrada anterior, sí. Esa niña era Aspen, esas figuras tan familiares eran sus padres. Claro que me eran familiares, ya los conocía, ya conocía el artículo. ¿Cómo fui tan tonta de no verlo desde un principio?

Mis manos están temblando, lamento si esto no es particularmente legible.

No es solo eso, no. Hay un patrón en las sensaciones de mi cuerpo cada vez que “algo” pasa. Tiene que provenir todo del mismo motivo, si no no tendría sentido que sintiera lo mismo cada vez. Mi teoría, por el momento, es que se manifiesta al tacto. Pero no siempre y no tengo ni idea de lo que hace que funcione.

Creo… creo que necesito investigar un poco más, por lo menos ahora sé por dónde empezar. Y sí no es lo que pienso volveré con… otra teoría o lo que sea.

Bien, eso, hasta la próxima.

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Days of Future Past | Segundo capítulo, Verano 2002 | 23/04/2024 (HPE).

Pasivas Personales

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En el teatro resonaba una armoniosa combinación de instrumentos, desde violines hasta trombones, dirigidos con maestría por la mujer al frente de la orquesta. Maxine, sentada al piano, se perdía en la melodía de Brahms, su mirada alternando entre la partitura y los músicos, siguiendo con paciencia el progreso de la canción.

Esa sería la última práctica antes de la presentación pública. Aunque el piano no tenía cabida en la Sinfonía N° 1 en Do menor Op. 68 de Brahms, Maxine esperaba ansiosa para interpretar su primer solo al cierre: el Capriccio en Si menor Op. 76 N° 2. Un gran logro para una niña de ocho años.

Un sutil gesto de la Maestro indicó que era su momento. Maxine abrió el panel, acariciando las teclas en silencio. Cuando el foco de luz incidió sobre ella, esperó cinco segundos antes de iniciar.



La icónica melodía de Brahms fluyó de sus dedos, cada nota perfeccionada tras horas de práctica. La crudeza emocional del autor se destilaba a través de Maxine, estableciendo una conexión poderosa con espectadores invisibles, entre ellos profesores y Bernadette, quien observaba con atención.

Inmersa en la música, ni siquiera notó cuando la Maestro se sentó a su lado. Tocó con concentración, sintiendo cada nota guiar la siguiente con fluidez. Después de tres minutos y ocho segundos, la partitura llegó a su fin, marcando el cierre nostálgico del concierto.

—Excelente, Maxine —La Maestro la felicitó. La mujer cerró el panel del piano, protegiendo sus teclas y dando cese a la práctica del día—. He tenido que corregir a Ferdinand más de lo que he tenido que hacerlo contigo.

Maxine asintió con una gran sonrisa a la Maestro. Ella estaba igual de consciente de que sus últimas interpretaciones habían sido impolutas. Había una gran seguridad en sí misma tras días y noches de práctica.

La mujer, tan alta que debía alzar bastante el mentón para verla, se levantó arreglando sus gafas contra el puente de su nariz.

—Me gustaría hablar contigo en mi oficina. ¿Bernadette tiene prisa?

—¡No la tiene, Maestro! —Maxine se levantó y abrió su asiento, sacando del interior su bolso para cruzarlo en su torso—. Iré con usted ahora mismo.

---

La Maestro era una gran figura influenciadora en su vida desde que se la cruzó por primera vez en uno de los conciertos que dió en un pequeño teatro al Este de Berlín, cuando estudiaba en una pequeña escuela de música para niños. La mujer había sido atrapada por su fiel interpretación de una de las Mazurkas de Chopin.

Wilhelmine Rosenbauer fue, en su tiempo, la directora de la Orquesta Filarmónica de Berlín (o BPhil), una de las orquestas más emblemáticas e importantes del mundo. Con deseos de instruir mentes más jóvenes, Rosenbauer prefirió ser una directora rotativa y ocasional de la BPhil y profesora a tiempo completo en el conservatorio Stern.

De todas formas, el talento innato que poseía Maxine y su conexión con el piano no era lo único que despertó su interés pues, como ella, Wilhelmine era una bruja, aunque con un sendero mucho más alejado de la magia.

El vínculo entre Maxine y Rosenbauer trascendió hasta que logró recibir instrucciones más personales por parte de Rosenbauer, instruyéndola y corrigiéndola con cercanía. La tutoría personalizada de Wilhelmine le permitió desarrollar su propio estilo musical sin imposiciones, acelerando su progreso en la música, lo que la llevó a recibir la oportunidad de presentarse junto a la orquesta juvenil del conservatorio tras medio año de haberse inscrito en el conservatorio a invitación de Rosenbauer.

Tan solo un año después, Maxine recibió una beca por su excelente desempeño y disciplina.

—Puedes tomar asiento, Max.

Maxine, con un vaso de té en mano, se sentó en el sofá más cercano. Vió a Wilhelmine buscar algo en su estantería.

—Estoy algo ansiosa por mañana, Maestro.

—¿Lo estás? —La mujer rió suavemente. Sus manos escaneaban los lomos de diversos libros impecablemente ordenados—. Pero sabes que lo harás bien, no tienes nada por lo que sentirte nerviosa.

Para cuando Wilhelmine se volteó con un libro en mano, vió a una Maxine con la mirada clavada y perdida en la alfombra bajo sus pies, tomando sorbos continuos de su té helado. Se acercó a su escritorio con calma, dejando el libro sobre el mismo. La atención de Maxine regresó a la mujer.

—¿Qué es?

—La razón por la que te he citado —Wilhelmine, sonreída, se sentó en su escritorio. Hizo un ademán con su mano, invitando a Maxine a tomar el libro—. Adelante, tómalo.

Maxine dejó lentamente su té a un lado antes de hacerse, con cuidado, con el objeto. Por lo visto, era un libro de partituras de diversos autores, pero había un sector específico que tenía un marcapáginas. Cuando lo abrió por esa parte, descubrió el Concierto para Piano Nº 2 en Si bemol mayor Op. 83, de Brahms. Era una partitura muy específica, porque justo ese libro lo había tenido alguna vez en sus manos: cuando Wilhelmine abandonó temprano el estudio y Maxine quedó a solas con un piano de cola, ese libro y una hora libre hasta la llegada de Bernadette.

—¿Cuántas veces has tocado esta canción? —Maxine negó con la boca abierta; no tenía ni idea de cómo hacer un conteo de ello—. Bien, no importa. Suficientes veces —respondió por ella—. Aquella noche, hace una semana, cuando tuve que irme, dejé por accidente mi bolso en el estudio… Iba a volver a por él, pero me detuve tras el cristal y empecé a escucharte.

Maxine pasó su mano por la página, detallando las notas que se escribían con armonía.

—Cuando te mostré estas partituras por primera vez, mencionaste no saberte ninguna canción. ¿Por qué?

—Es un concierto para piano, Maestro —respondió Maxine—. Es una canción que requiere del acompañamiento de otros instrumentos, lo que quiere decir que…

—No puedes tocarla con nosotros —completó Wilhelmine—. Sí, es así. Pero no veo porque tengas que desaprovechar tu talento por los criterios del conservatorio… —La mujer se alzó de su puesto y caminó hacia las ventanas. Frente a ella, un montón de estudiantes caminando por la plaza del conservatorio—. Tu edad no define tu lugar. Eres la única becada de ocho años, y estás más avanzada que muchos que están cinco cursos sobre ti.

Rosenbauer cerró las persianas y se volteó.

—Así que hice un trato con el director. Necesitamos postulantes a solistas, y quiero que participes.

La sorpresa, poco a poco, se reflejó en los grandes y redondos ojos de Maxine. Se le estaba cumpliendo un gran sueño.

—Las pruebas se harán el próximo miércoles a las doce de la tarde. ¿Puedo contar contigo?

Y con un nudo de nervios en la boca de su estómago, asintió.

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Tras el exitoso concierto del sábado, el miércoles llegó con mucha velocidad, y Maxine había arribado media hora antes de dar inicio a las pruebas: consistía en ser convocada en el teatro, donde sólo había un piano y paneles que obstruían la visión al escenario. Eso garantizaría que los jueces, un trío de músicos galardonados (incluyendo a Wilhelmine), votaran por la interpretación más resaltante de las pruebas.

Maxine era la menor entre otras cuatro postulantes. Un número muy bajo, para su suerte (¡menor competencia, más posibilidades!). Era fácilmente deducible que esto se debiera al reto que suponía el Concierto para Piano Nº 2… Y también, tal vez, porque los conciertos daban miedo.

Cuando a Maxine le tocó pasar, tomó asiento con confianza y esperó la señal del acompañante para la canción: el mismo violinista que había tocado con las tres chicas que habían ido antes de ella. Muy diferente al montón de violinistas que habrían en la obra final.

Dió inicio con impecabilidad, familiar con cada nota y sin echar un sólo vistazo a las partituras de apoyo que tenía frente a sus narices. Avanzó hasta completar la mitad de la canción, deteniéndose a los cuatro minutos. Sólo entonces se levantó, reverenció agradecida al violinista y abandonó el teatro.

Una hora después, supo que había ganado el papel principal para el concierto con votos unánimes.

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El tres de noviembre de 1995 dió su primer concierto como papel principal y con una orquesta acompañándola. Tan sólo dos días antes, Maxine había cumplido nueve años.



El concierto de 45 minutos fue un éxito para todos. Maxine tuvo su momento de gloria y fama por primera vez, por igual, y esta fue la chispa que despertó la ambición en ella. Las ovaciones, las respetuosas sonrisas, el orgullo de Wilhelmine… Se sintió tan feliz como nunca lo estuvo.

A partir de ese día, su nombre se promulgó por Berlín y exteriores. No sólo por la excelente representación del ímpetu de Brahms en el piano, sino por su prodigiosidad. El haber sido la primera menor del conservatorio Stern en tener el papel más emblemático en un concierto completo y público era un gran hito, atrayendo la atención de músicos y filarmónicos.

Una experiencia enriquecedora que, a la larga, la haría ir tras mayores logros.

Ambición. Aquél ferviente deseo de poseer más, sea riqueza, fama o poder; de desafiar las limitaciones impuestas y la necesidad satisfacer. La ambición persigue a la familia Avery desde tiempos inmemorables, y fue esta misma la que manchó la reputación milenaria del linaje, hundiéndose en las cenizas de lo que alguna vez fue: una familia digna.

A Maxine nunca le importó demasiado, porque una niña no puede meterse en los asuntos de los adultos. Pero en sus venas, como las de sus relativos, corría la más férvida ambición. El deseo de superarse, de llegar mucho más lejos, de dejar a un lado la desidia y olvidarse de los quejos.

No podía esperar para demostrar qué tan alto podía llegar.

---

—¿Qué hay de esta cosa, ama? ¿Le gusta?

La niña dejó de tocar el mástil de una guitarra para ver al elfo, quien señalaba con brillos en sus ojos una trompeta.

—No sé tocar la trompeta, Aragorn… ¡Buscamos guitarras bonitas!

Un traqueteo sonó más allá, alertando a Maxine y al elfo. Cuando la rubia buscó a su compañero (y cuidador), ya no estaba. ¡Se esfumó!

—¿Arago–

—¡Niña! —El vigilante llamó su atención. Maxine se volteó ocultando algo tras su espalda—. ¿Qué tienes ahí detrás? ¡Muestra las manos!

—¿Qué? ¡Absolutamente nada, señor!

El vigilante se acercó queriendo descubrir la mentira de Maxine, quien se aferraba a un disco firmado de Joan Jett & The Blackhearts que, en definitiva, no iba a soltar. No después de haberlo buscado por doquier.

Su mano, pequeña y ágil, voló hacia el estante de las trompetas y trombones y provocó que todos aquellos instrumentos cayeran, entorpeciendo el tránsito en el pasillo en el que estaban, provocando un cómico estruendo mezclado con las quejas del señor.

Maxine, riéndose por su travesura, salió corriendo, escabulléndose por los pasillos y esquivando a los demás clientes de la tienda de música.

—¡Aragorn, dondequiera que estés, no te pierdas!

Tres minutos después, Maxine detuvo su skateboard para doblar en una callejuela. Logró esfumarse con éxito con su disco firmado de Joan Jett & The Blackhearts al precio de ser vetada de aquella tienda de música.

Pero vaya que valió la pena.

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Maxine vivía en el orfanato Bernhardt, en los límites de Berlín, en Postdam; no precisamente porque no tuviera familia, sino porque ahí vivía y trabajaba su obstinada tía, una mujer cuyo nulo don mágico la condenó a alejarse de la sociedad mágica por temor a ser despreciada; ella, a diferencia de Maxine, vivió toda su vida recluida en aquel orfanato, alejada de su familia adoptiva para evadir los estigmas sociales. Bernadette Avery no era más que una mujer de buen corazón, atenta y cautelosa, y aún con su trágico historial familiar, tenía la disposición de cuidar a Maxine sin poner peros.

Excepto cuando llegaba la hora de lidiar con la joven rebelde.

Maxine arribó cautelosa al edificio de ladrillos. Aragorn a su lado, temeroso por lo que fuera a suceder.

—Necesito que te aparezcas arriba y me digas que no están Vincent ni Bernadette ahí.

Aragorn, a regañadientes, desapareció. Tras un segundo, sólo se oyó un griterío escandaloso. Cuando Maxine vió hacia arriba, hacia la ventana de su habitación, se percató de las sombras: una tragicómica escena de Aragorn siendo regañado por su tía.

Maxine era buena escabulléndose a la salida, nunca a la llegada… Tendría que aguantar los reproches por su pequeña escapada.

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—¡Les he dicho a los dos que no salgan pasadas las seis!

Y ahí estaba. Sentada al borde de su cama, cabizbaja, oyendo el regaño de la tía Bernadette, con el disco de Joan Jett & The Blackhearts en sus dedos. Sonreía porque, pese a todo, triunfó con su único deseo.

— … ¡Es la séptima vez que se meten en problemas con tiendas! Saben muy bien que el orfanato no puede tolerar esta imagen. ¿Qué pensarán de nosotros?

—Que nos gusta Joan Jett... —respondió Maxine.

Recibió un almohadazo.

—¡Au!

—Nada de eso, Maxine —reprochó Bernadette, cruzándose de brazos—. Estás a seis meses de cumplir doce años, y a tres de irte.

—¡Pero no quiero irme!

—¿Entonces quieres atender Durmstrang? ¿Es eso?

Maxine calló. Desde luego que no quería. Era una escuela lúgubre y monótona, pero tampoco quería ser alejada de su hogar. Además, establecerse en Inglaterra significaba un problema mayor: lidiar con su medio-hermano.

—No puedes ir por la vida haciendo estragos, Maxine… ¡Se supone que debo cuidarte!

La rubia se alzó de su cama y encaró a Bernadette.

—No quiero ver a Isaac… Leí que hay una escuela en África. ¿Por qué no me mandan allá? Me gustan los elefantes.

Bernadette negó rotundamente. Una risita se le escapó de los labios. Su sobrina era cabezota, pero le quería. La mujer llevó sus manos a la camiseta de la menor, arreglándola mientras hacía contacto visual con ella; a Bernadette nunca le gustaron los gustos rockeros de Maxine, y desde que empezó a usar camisetas estampadas de sus bandas favoritas, había cogido una maña con arreglar su ropa. Había reflejos maternales en todos estos gestos, incluso en el hecho de que juzgara tan de cerca los gustos de Maxine (para, al final, aceptarlos y quererla como era).

—No tienes familia en África, Maxie. Isaac se graduó este verano, y debe estar emocionado por verte. Además, tu tía Sarah y tus primas también te esperan.

—No quiero irme sin Aragorn…

—Aragorn es un elfo que sirve a este orfanato. No puedes llevártelo…

—¿Qué hay de mis clases en el conservatorio? No puedo abandonar mi música, tante Berna. No puedo abandonar lo que he construido…

—Max —Bernadette se inclinó frente a la adolescente, nivelando sus alturas. Serenamente dice—: No estarás abandonando nada. Todo te lo estás llevando —La mujer, de unos cuarenta años, alzó su dedo índice y lo llevó a la sien de la menor—, y se quedará justo aquí. Tal vez puedas conocer más cosas en Inglaterra, ¿no crees?

—Si tan sólo Los Beatles no se hubieran separado hace casi tres décadas… —resopló.

Y Bernadette carcajeó, irguiéndose nuevamente.

—Serás más grande que ellos.

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Preparó todas sus pertenencias para el día en el que partiría, incluyendo su linda Gibson Les Paul de 1998, una bella guitarra eléctrica roja que cuidaba más que a su propia vida y que recibió como regalo de cumpleaños adelantado; el único par de skateboards que le quedaban, un juego de media docena de púas dentro de un guardapuas de cuero desgastada y, obvio, también aquel disco firmado por Joan Jett…

Para ella era difícil dejar atrás lo que conocía y amaba por irse a Inglaterra con su medio-hermano, quien no era de su agrado. Lo único positivo que podía ver era la presencia de su tía Sarah (aunque se debiera más a la carencia de afecto y atención materna) y la posibilidad de un contacto más estrecho con sus familiares — sin mencionar la idea de hacer amigos en Hogwarts.

Pero no sólo estaba dejando atrás sus pósters de Billy Idol, a Aragorn y a Bernadette, sino todo lo que conocía para reemplazarlo con lo desconocido; no había nada más temible que eso, más aún tras la fatídica guerra.

Dejar el conservatorio era la parte más complicada. Se había criado cercanamente con la música, fusionándose con ella como si fuera una parte vital de sí (porque lo era). Tal vez no era buena con las matemáticas ni ninguna otra asignatura que Bernadette trató de enseñarle, pero definitivamente había algo con la lectura de partituras, el oído de Maxine y su gran capacidad de aprendizaje con los instrumentos que le gustaban. A los Avery no parecía importarle demasiado este talento, pero a Bernadette, una mujer cuya vida se entrelazaba con las tendencias mágicas y muggles, sí. Maxine no tardó demasiado en recibir el diagnóstico de que era una superdotada para este campo de las artes, literalmente hablando. Poseía una capacidad avanzada para instruirse en música, y esto la llenó de ego y ambición.

Se inició en el piano a una temprana edad, a sus cuatro años. Tener a su alcance a Bernadette, quien dominaba este instrumento, era un plus. En su séptimo cumpleaños recibió la noticia de que sería inscrita en el conservatorio Stern, mismo al que aplicó con una prueba donde dejó anonadados a los jueces con su interpretación de la Polonesa de Chopin, Op. 53, inspirada por Horowitz.

Y aunque a esa edad lograba hacerse con melodías medianamente complicadas de Bach, en la cabeza de Maxine se instaló un nuevo interés: la guitarra. La primera que recibió fue una Fender acústica de 1990, misma que empezó a tocar en 1994, fecha en la que se vió influenciada por fuertes melodías de guitarras estridentes (popularmente conocido como rock) y el skate. La cultura muggle se impregnaba en sus hobbies, entreteniéndose incluso después de haber descubierto su magia.

Su familia reprochaba que estuviera con Bernadette por temor a que fuera una squib como ella. Por “inculcarle” intereses muggles. Pero Maxine, como a casi todo, no le importaba.

Vivía para ser libre, no para importarle lo que dijeran los demás.

Angeline

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12 . 01 . 24 | Maxine inicia su aventura en Hogwarts Legacy RP.

28 . 01 . 24 | Parte a Hogwarts como estudiante de I curso, formando parte de la casa Gryffindor.

15 . 02 . 24 | Maxine pasa a II curso.

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historial de acciones

Primer Curso [1998]
→ Entra a Hogwarts.
→ Queda en la casa amarillita.
→ Sobrevive a la guerra.

Segundo Curso [1999]
→ Vuelve a Hogwarts.
→ Ingresa al Club de Periodismo.
→ Aprueba exitosamente el curso.
→
→

Tercer Curso [Y2K]
→ Vuelve a Hogwarts.
→ La drogan con polvos en san valentín.
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Historia
Todo empezó cuando en una misión de Auroría, Arthur Grant pisa suelos internacionales en Canadá. El destino y sus casualidades lo hacen toparse con Carmen Elena de los Ángeles Sanz Blanco, una joven migrante Argentina que recientemente pisaba el suelo Norteamericano luego de dejar Tierra del Fuego. Ambos quedaron flechados al instante que se conocieron; ella con su personalidad carismática, fuerte y vibrante, y él tan calmo y sereno. Después de unos años terminaron casándose, y teniendo a su primogénito en tierras inglesas: Jay Grant. Pero a Arthur se le olvidó mencionar un pequeño detalle...él era un mago.

Cuando el niño comenzó presentar indicios de magia, Carmen Elena por poco baja a todos los santos del cielo; se habían mudado de nuevo a Canadá, lugo de tres años. Otros tres años después, nació Rayanne, justo unos minutos antes de su mellizo Mat. Así, residieron en Canadá, hasta que tuvieron que regresar al Reino Unido, puesto que Jay había recibido su carta a Hogwarts cuando Ray tenía cinco. Este cambio no duró mucho, puesto que un año después, Harry Potter ingresaría a Hogwarts, levantando alarmas entre los Aurores que creían que el Señor Tenebroso no se había ido del todo. Carmen Elena, preocupada por la seguridad de sus niños, se los llevó a Canadá, quedando Arthur acompañando a Jay en Inglaterra. La mujer argentina esperaba que los mellizos no tuvieran el don; aún así, la verdadera naturaleza de los mellizos fue revelada hasta un año antes de la Gran Batalla de Hogwarts, donde Arthur le confiesa todo a su esposa, todos sus descendientes serían habitantes de la magia. Y él tendría que pelear en una Guerra Mágica a sus tierras de orígen con la promesa de sobrevivir, pero al volver, los hermanos Grant se enterarían que había mucho más detrás de aquel mundo que su padre les había ocultado. Y todo comenzaría cuando empezaran a cursar en Hogwarts en el mismo año de la Batalla.

Psique
Rayanne siempre ha sido una niña peculiar. Bastante independiente, con ideales bien establecidos y un desdén por las reglas. De pequeña se dejaba llevar más por su madre, usando vestidos, moños y lazos; pero el contraste de ambientes y la inestabilidad en la que le tocó vivir en su niñez, hicieron que su carácter se endureciera, y su corazón se helara. No le gusta mostrar vulnerabilidad, puesto a que sentía que su problemas eran una pequeñez comparada con el mundo que decaía a su alrededor; por eso canalizó sus sentimientos en ira, es bastante mecha corta. Le guarda lealtad solamente a sus parientes, a pesar de que los estándares a los que la somete su madre sean muy distintos a lo que ella opina, siendo ridículamente estereotipados. Busca la atención que careció al ser hija del medio. Es bastante distraída, un tanto perezosa, sarcástica y rencorosa.

Fisico
Ray no se parece especialmente a ninguno de sus dos padres, pero no cabe duda que la sangre Grant le recorre las venas. Ha heredado sus hebras cobrizas del lado escocés de la familia de su padre; no se molesta mucho en hacer peinados intrínsecos a pesar que el cabello le llega abajo de los hombros, para ella basta lo práctico. Uusalmente lo porta suelto, en una coleta, o trenzas si le molesta mucho para hacer skate. Sus ojos sí son un vivo reflejo de los de Arthur, claros como el agua y el cielo. La piel parece de porcelana, Ray culpa a la falta de sol en las tierras Canadienses. Sin embargo, el "tesoro de Ray" (según su madre, porque a ella le parecen molestas) son sus pecas, que cubren de manera sutil los rincones de su rostro y cuerpo. En cuanto a estatura, es lo único que ha heredado de su madre, pues carece bastante de ella; siempre estuvo bajo de la curva para su edad, a pesar que Carmen la obligara a comer muchas verduras para "crecer grande". Goza de agilidad y resistencia óptima, pues son necesarios para practicar el deporte que a ella tanto le gusta. Sus rodillas, piernas y palmas cuentan con pequeñas cicatrices, sus "marcas de guerra" que se ha dado patinando. Además de una cicatriz en forma de carita feliz en el hombro, producto de las puntadas de una quebradura que se dio a los siete años.

“

equipado


-

baúl


- skateboard
-
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-
-

mascotas

Calificaciones

T.I.M.O.S.
» Astronomía:
» Encantamientos:
» DCAO:
» Herbologia:
» HDM:
» Pociones:
» Transformaciones:


E.X.T.A.S.I.S.
» Astronomía:
» Encantamientos:
» DCAO:
» Herbologia:
» HDM:
» Pociones:
» Transformaciones:

Optativas
» Adivinación: -
» Aritmancia:
» CCM:
» EEMM:
» Mitología:
» Runas Antiguas: