Lluvia & Tormenta -DamonP

[Gran Bretaña, 1993]

Era de noche y llovía, Damon estaba dormido, pero podía sentirlo y olerlo. La lluvia mojaba el jardín de su abuela y el olor de la tierra mojada inundó la nariz del pequeño, había olvidado cerrar su ventana; aquel día sus padres habían salido de viaje, un viaje donde él no podía ir. Los había despedido desde su cuarto, con su pequeña manita mientras los veía partir… El olor a Tierra mojada jamás había sido tan insoportable.

Su abuela había llorado esa noche, Damon la escuchó justo después de que un trueno le hiciera despertar. La mujer le abrazó asegurándole que no tenía nada, ocultando una carta con un trozo de periódico que hablaba de accidentes de autos en un pueblo muggle cercano debido a la lluvia. Damon no le dio importancia mientras era acunado en los brazos de aquella mujer y volvía a dormir.

Cuando cumplió sus seis años su abuela le obsequió un libro infantil y su tío le había mandado desde Hogwarts un cuaderno para dibujar, el pastel era de vainilla y fresas, cubierto de grueso chocolate; pero nada de eso llenó su corazón, lo que Damon más deseaba era ver a sus padres entrar por la puerta de su hogar, no importaba si traían regalos con ellos o si solo llegaban con las manos vacías, ellos mismos serían su mayor regalo.

A sus seis años, comenzaron las mentiras.

—¿Dónde están mis padres, abuela? —Preguntó el pequeño niño después de apagar sus velas. Era su primer cumpleaños silencioso, con las luces de la habitación iluminando una vacía sala y un triste pastel, demasiado grande para dos personas.

—Están de viaje, Damon. Muy al norte… algún día vendrán por nosotros.

Damon se quedó con eso, porque era pequeño o porque prefería vivir en la ignorancia que enfrentarse a la cruel realidad, no sabía exactamente la razón, pero así era. Seis años, un pastel de buen sabor que jamás comería completo y la primer mentirá de su abuela para protegerlo de las tristezas. Cuando cumplió los siete, Damon deseaba ir de viaje a donde fuese que estuvieran sus padres, pero lo único que recibió fue una escoba de juguete para niños pequeños y una postal de Rusia. Y así, cada año recibió una postal tras otra, felicitaciones en cartas y fotos truqueadas, la mentira crecía y crecía, tratando de cubrir el agujero dentro del corazón del pequeño.

A los 9 intentó huir. No huir de ir a Hogsmeade a dar una vuelta solo o simplemente salir a cualquier calle muggle cercana; no, esto iba en serio: huir de casa, tomar un avión e ir al sitio de la última postal recibida. Era increíble, su madre quien le cantaba cada noche y le inventaba miles de cuentos para dormir, jamás se iría por tantos años sin él, el pecho le dolí de solo imaginarlo: necesitaba respuestas, necesitaba saber que había hecho mal, en que había fallado como hijo… Su abuela lo encontró a las pocas horas, sentado en un parque, bajo la lluvia más tierra mojada llenando sus fosas nasales. Los muggles no quisieron recibir sus pocos knuts porque, según ellos, eso no valía nada y Damon no supo cómo volver a casa a pie. La mujer, tan alta y con porte, se encontraba agitada y despeinada, con un alivio en los ojos al ver al pequeño.

Lo abrazó.

—Si te portas bien, tus padres vendrán a verte pronto.

Fue todo lo que le dijo. Mas mentiras.

Lo tomó de la mano y lo llevó a casa, de donde no volvería a salir hasta su llegada a Hogwarts. En un principio su abuela se mantuvo firme en mejor hacerlo estudiar en casa, pero Damon en verdad deseaba asistir, era su derecho. Ese verano fue el más feliz. Poder salir una vez más, ver a todos esos niños… pero lo mejor había sido volver a casa, donde creyó ver a su madre esperándole en su cuarto. Damon lo aseguraba mientras corría dentro de casa, la había visto en la ventana. Sus ojos se llenaron de lágrimas al ver aquel sitio vacío. Al querer salir corriendo en busca de los brazos de su abuela, tropezó y cayó de bruces al suelo, quedando su rostro cerca de una preciosa araña de pelaje rosa. Era una araña común, no era ni mágica ni del todo muggle, ni siquiera podría decir que clase de araña era, pero le miraba y el pequeño se sintió de lo más feliz. Su abuela entró poco después, mirándole con ternura mientras lo levantaba.

—Si era tu madre, Damon. Vino a dejarte este regalo.

El niño miró la araña con ojos brillantes; tenía sentido, su madre amaba las arañas y era muy probable que haya venido desde tan lejos para dejarla y luego marcharse. Su abuela no tenía por qué mentirle, así que lo creyó. Abrazó a la araña y la adoptó como suya. Quizá, solo quizá, su madre no le odiaba demasiado si se tomaba aquella molestia. Irse a Hogwarts sin poder llevarse a Nelly consigo, fue de lo peor.

Un trueno. Se despertó sobresaltado.

Ese día, septiembre de 1999, también llovía.

Pero la lluvia mojada no le molestó esta vez y, pese al estruendo y su despertar tan caótico se sintió aliviado. Estaba en Hogwarts, en aquel fuerte de almohadas entre su cama y la cama de su amigo Armin Abbott. El pequeño a su lado aún dormía, así que Damon no hizo ruido para no molestarlo más. Soltó un suspiro antes de observarlo y su corazón se sintió aliviado… quizá sus padres no le querían, por algo hacía años que no lo visitaban y por algo desde que había entrado a Hogwarts regresaban sus cartas sin contestar. Era triste pensar en ello, pero al menos tenía a sus amigos en Hogwarts.

Amal, su primer amigo, quien le contaba maravillas del mundo muggle que su abuela solo despreciaba y quien siempre le contaba nuevas cosas que el pequeño le creía sin poner en duda; era su mejor amigo, no tendría por qué mentirle ¡Y sabe tantas cosas! También estaba Armin, quien era tan amable y lindo, sabía que podía contar con él niño para lo que fuera y eso le hacía de lo más feliz.

Damon haría cualquier cosa para mantenerlos felices y a su lado. Podría tener muchos más amigos, pero esos dos eran especiales y no podría darse el lujo de perderlos por ser un mal niño, no más. Ya no perdería más gente, no como perdió a sus padres.