B is for Beginning and Blood

Disce quasi Semper victurus vive quasi cras moriturus

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Recuerda a Killian Macmillan, sus ojos rojos grabados en su memoria; su cabello negro como la noche más oscura, y las manos callosas que arreglaban con delicadeza las mangas y botones de su camisa.
Aquél hombre que era el escudo contra las miradas siempre maliciosas que recibió de su madre, aquél que era su soporte, la barca que lo protegía a flote del mar turbio y cruel que podría ser su vida.
Escudo, barca, protector, compañero, amigo…Papá.
Recuerda a Killian Macmillan con tanto detalle que duele. Recuerda la sonrisa amorosa, los ánimos cuando lograba acabar aquél inocente vaso de su “zumo especial” que siempre fue el elíxir de vida de tantas criaturas muertas por asegurar su supervivencia.
Era ése que aseguraría su calidad de vida a cualquier costo, el que desestimaba y protegía de las burlas por su piel pálida o sus colmillos demasiado largos; cubriendo su piel para protegerlo de los rayos de sol que parecían sus enemigos igual que las personas.
El que lograba combatir por sí solo las miradas recelosas y palabras hirientes de su madre.
Era su felicidad.
La misma que murió junto con la luz centelleante de vida en aquellos ojos carmesí.

Residencia Macmillan, 1993.
Ese día de tragedia posterior a una luna llena el cuerpo descuartizado de su padre fue el único testigo de la muerte del oro líquido y rico de sus iris, reemplazado en el nacimiento del color amarillo citrino despiadado y nublado.
Esa caída de noche, cuando todo estaba en penumbra, él y su padre estaban acampando en su patio como era común. El bosque a sus espaldas, su sustento y su paraíso, ambos corriendo a sus anchas bajo las estrellas que asomaban al pasar los minutos para ver su regocijo, completamente ajeno a la casa donde su “madre” miraba con recelo.
Su padre decidió enseñarle con una pequeña competencia; llevaba una presa que soltaba a orillas del bosque y el infante debía cazarla partiendo desde el porche de la casa, mientras papá buscaba y cazaba otra presa. El que llegaba primero a la tienda de campaña ¡gana!
El pequeño Damian, de seis años, miró el animal -en esta ocasión una liebre- con una sonrisa, pero también con ojos desafiantes; podía sentir los latidos frenéticos del animal, podía verlo en las pupilas dilatadas en los ojos oscuros y bigotes moviéndose al son de su respiración agitada. Y se le hacía agua la boca.
Killian mira al niño con orgullo pero nunca puede borrarse la aprehensión del futuro. Contó hacia atrás para el niño, soltando la liebre con un grito entusiasta para que empezara a correr. El infante acelera, pasando cual borrón desde el borde inicial del patio hacia el inicio del bosque donde Killian está parado en cuestión de segundos; lleva el espíritu entusiasta de vivir a pesar de las burlas, del miedo que puede separarle de los demás, pero también lleva su maldición de la sed de sangre.
Killian Macmillan no es idiota; sabe lo que piensa su esposa respecto a su primogénito, y no puede detener el dolor en su corazón al pensar en lo cruel que podía ser la vida si él desapareciera.
Necesitaba proteger a su hijo, su pequeño, ése que tanto le recordaba a la bruja de hipnóticos ojos del color del oro fundido a la luz de la fogata, ésa misma que también se alejó de él luego de años de estar juntos, alejando de sus manos su figura de piel sedosa y reemplazándola con el bulto de un pálido bebé con mechoncitos negros que cuidó con tanto ahínco como la flor más preciada, aunque fuera con la tétrica fórmula compuesta con sangre carmesí.
Sabía que el niño no se parecía en nada a su esposa - ahora madrastra del infante-, y poco a él, pero aún así no dudó con el matrimonio arreglado cuando se trataba de asegurar el futuro. El niño vampiro al menos, figuraría con una madre que pudiera pasar desapercibida con dudas sobre su herencia. Juliette dejó en claro que el niño nunca sería su hijo, que era peligroso y que lo quería lejos, más aún cuando quedó embarazada; por ello Killian sólo pudo mirar hacia un lado y aislar a su hijo aunque éste no se diera cuenta.
El adulto suspira un poco, esperando y contando hasta veinte antes de correr el mismo en dirección contraria dentro del bosque.
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El niño corre y corre; aunque pocos metros dentro del bosque y la liebre está entre sus brazos, ése es el juego; debe volver al patio antes que papá cace algo también ¡Seguro esta ronda la gana!
Llega completamente a salvo a su jardín, en menos de cinco minutos, entrando a su pequeña tienda de campaña; su papá la compró para ambos, para que pudieran dormir fuera y cazar en paz sin molestar a mamá… pero papá no aparece, probablemente ya en lo profundo del bosque. Asoma su cabeza desde la tienda sin soltar a la liebre; empieza a asustarse pero sabe que no debe llamar a mamá, mamá está con su hermanito, no vendrá.
Pasan las horas y finalmente se alimenta de la liebre cuando no pudo resistir más su hambre, escucha al animal chillar de dolor con los ojos cerrados con fuerza, hasta que finalmente muere presa de sus mandíbulas y no puede sino seguir esperando a su papá, esperando a que asome su cabeza por la tienda de campaña cuando retome su propia pequeña consciencia posterior a su delirio, y bromee; “¿No pudiste esperarme, glotón?”.
Pero papá no llegó.
Es el alba de la mañana, la Luna ya no está; y es el señor Sol el que lo saluda cuando se despierta en el nido de mantas de la tienda de campaña. Sus pies descalzos pisan el césped ataviado con su capa y sombrero para evitar la molesta luz que se cuela entre las copas de los árboles y mira alrededor. Busca, busca, busca y finalmente entra sólo al bosque, como un pequeño duende aventurero de los libros de Papá. Papá lo prohíbe, pero…si él sigue allí dentro, entonces no está solo ¿verdad?.
Deseó nunca haberlo hecho.
Muchos minutos de caminar en línea recta por el bosque y a la distancia distingue un brazo, poco más allá una pierna y finalmente el torso y cabeza de papá y junto a él, un sujeto desnudo y lleno de heridas y sangre seca cuyas facciones le son indistinguibles a tantos metros…¿quién es él? ¿qué hace aquí?.
¿Qué le hizo a papá?
No respira, no se mueve, no sabe qué hacer. Las lágrimas no lo dejan ver cuando el olor de la sangre lo invade, cuando le quita la capacidad de pensar, pasa sus manos por sus ojos, arañandose, mientras se queja, sabe que tiene que correr o le hará daño al señor. Papá dice que no dañamos a la gente. Papá dice que es peligroso que nos vean comer. Así que elige correr lejos, lo más rápido que puede; sin saber a dónde, enfocado hasta encontrar otro olor que lo dirija en su inconsciencia primitiva con su canto de sirena, un animal herido junto a la rivera de un río.
No bebemos de la gente. No bebemos de la gente. No bebemos de la gente.
Y se perdió entre los árboles.
[-]
Damian vuelve pocas horas después a casa cercano al anochecer. En pleno auge del escándalo de la muerte de Killian Macmillan a manos de un licántropo. Está sucio, deshidratado, un corte recién curado corre desde la mitad de su pómulo hasta su frente sobre uno de sus ojos y perdió su sombrero, mostrando la rojeza de una leve quemadura en sus pequeñas y puntiagudas orejas por los últimos rayos de sol de atardecer.
Huele a sangre, pero solo encuentran barro que cubre sus manos, su ropa y su rostro.
Y la sangre seca en su cara es suya… casi toda.
Damian Macmillan tiene seis años, debe alimentarse de sangre para vivir y fue el orgullo y alegría de Killian Macmillan.
Pero él ya no está y para su esposa, ese pequeño niño, un bastardo, no es más que un monstruo. Así que simplemente una noche lo deja con su mochila frente a Babbitty Rabbitty, con órdenes de quedarse quieto y una carta de advertencia sujeta a su camisa con un alfiler.
Ésa fue la última vez que la vio, alejándose con su hermanito en brazos, mientras él lloraba lágrimas que se confundían con las gotas de lluvia sobre su rostro pecoso.
Para Damian…ya no hay barca. Se está ahogando en el mar del rechazo, de las burlas y la búsqueda de sangre para saciar su hambre, encerrado para alimentarlo con animales de carnicería y alejado de los demás niños del orfanato por su seguridad. Siempre vigilado, siempre advertido sobre acercarse, regañado por mirar demasiado cerca en el marco de una ventana con anhelo a pesar de los molestos rayos de sol de media tarde a los demás niños jugando.
A solas.
Siempre a solas.

Nombre OFF-ROL:Finnbar

Nombre ON-ROL:Damian Rogue Macmillan

Link a la ficha del personaje:
Presente

Permisos de Personajes: NPC

Intención de la Historia:
- Mantener coherencia con historia de origen de HCH de Damian como semivampiro de generación directa.
- Dejar en claro la separación entre las figuras familiares del niño, donde se indica el abandono primero de su madre biológica (viva) y posteriormente, su madastra (viva), junto con la posible existencia de un medio hermano.
- Comenzar desarrollo de historia de personaje en consecuencia a traumas causados por sus padres.
- Validar vivienda de Damian en el orfanato de Babbitty Rabbitty y el ligero aislamiento respecto a otros niños.

Links importantes:
-Selección de HCH
-Diario de HCH