The Alphabet by Damian Macmillan | Finnbar

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  1. Dr.Revan
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    Audere est facere.
    Chapter II




    [1994]

    Siempre habían dicho que tenía más energía que los otros niños, que era más fuerte, más ágil.
    Pero… ¿Eso no fue suficiente? ¿O es que era demasiado? ¿También era peligroso?
    ¿Qué tan brutal podía ser el quidditch que aún habiendo comido más y más… aún debía sentarse mirando por las ventanas?

    En Babbitty a veces había demasiadas precauciones a su alrededor, pero para mantenerlos a salvo, eso lo aprendió a lo largo de años de rabietas. Sí, rabietas, leíste bien.
    Pero aún jamás fue suficiente, aunque fueran partidos casuales, incluso para enseñar a los niños pequeños, podría herir a alguien por lanzar una pelota con demasiada fuerza, por evitar que alguien chocara con él o recibir su impacto.
    Ni hablar de si alguien llegara a caer de su escoba o similar.

    ¿Podía jugar otras cosas? Claro, siempre ataviado de sombrero y ropa larga; a veces cubierto de bloqueador solar para evitar preguntas.
    Pero ningún otro juego le parecía tan atractivo como aquél que no estaba dedicado a tocar.

    Quidditch.

    Al dar cuenta del anhelo que mostraba el niño, la señorita Betty agarró la mano de Damian -con presuntamente siete años- y lo llevó a Londres, de paseo. Se sentía casi como una especie de premio de consolación, aunque gracias a eso quizá desarrolló ligeramente mayor vínculo con su cuidadora y conoce más de Londres y cercanías que varios de sus compañeros.
    Fue en uno de sus salidas en que lo llevó a una gran pista de hielo, St. James Park; lleno de familias y parejas en el hielo ya en un atardecer nublado. Pero algo más que la mundana pista le llamó la atención.
    Un grupo ajeno de niños, al otro lado y fuera de las vallas, ¿un estanque quizá? Se gritaban entre sí en lo que parecía un partido agitado de algún deporte.
    El aún entonces, bastante pequeño, Damian tiró de la mano de la srta. Betty mientras señalaba con la contraria en signo universal de “quiero ir allá”.

    La mujer, complaciente ante el niño desafortunado, lo llevó hasta dicho grupo rodeando la pista cercada, encontrando el panorama completo. Un aparente partido de algún deporte muggle para niños, todos ataviados de grueso uniforme con casco, patines y un palo que usaban para quitarse la ficha negra que parecía servir como quaffle.
    Damian estaba concentrado mirando con fijeza el disco que volaba, deslizaba y rebotaba con fuerza, y sin embargo, nadie parecía ser golpeado con él.

    Se vería como algo a lo que sí podría jugar sin riesgo de que alguien se caiga de una escoba y se parta en el piso o algo así.

    Parecía un cohete a punto de despegar de la emoción con la propuesta en mente volteando a mirar hacia la amable mujer, oro líquido enfocado en ella como si dijera en mantra a mil kilómetros por hora: “¡Déjamejugar!”. Y aunque la señorita Appletree no se veía segura, el turno del habla se lo quitó un señor de bigote y chaqueta deportiva; a Damian le parecía demasiado poco para el invierno. El chico con agudos sentidos se distrajo del sujeto que ahora hablaba con su cuidadora, aprovechando que ésta se soltó ligeramente de su mano hablando con el hombre -Charlie… ¿qué clase de nombre es ése?, el entrenador de ese equipo en una liga junior de hockey- se echó al lado para mirar asomado desde casi la altura del chándal del tipo.
    Betty, con ojos de preocupación parecía algo reacia, mientras el hombre que vio claro interés ofrecía una prueba a ver si el niño se asustaría.
    – ¡CUIDADO! – El grito agudo y chillón de una niña, la única que atinó junto con los ruidos de sorpresa de tanto padres como demás niños. El joven mestizo ni siquiera había visto el disco antes de escucharlo mientras quebraba el viento surcando aire en un tiro sorprendentemente fuerte para niños de menos de doce años. El entrenador estaba de espaldas a ellos, pero entre voltearse y darse cuenta, el disco ya le habría dado mínimo en el pecho o peor. . .

    En la ingle.

    Sin embargo, el niño híbrido (muy, pero muy, muy, muy secreto) ya se había puesto manos a la obra de solo escuchar el disco acercarse, agarrando con una mano el borde de la chaqueta del hombre y con la otra el abrigo de la señorita Betty para tirar de ellos con la fuerza que aún estaba tratando de aprender a controlar y al menos sacarlos de la trayectoria del puck. Cayendo de espaldas en la nieve al soltar los dedos, satisfecho de no haber oído ningún grito de dolor.
    Macmillan miró a su cuidadora con ojos grandes; mientras “Charlie” (Damian se rehúsa a creer que sea su nombre real), indica a los niños detener el juego con su silbato. Sonido horrible que produce que Damian se tape los oídos por sobre su sombrero de oso con las manos enguantadas.
    Betty le acarició la cabeza, acercándolo al notar la incomodidad por el ruido del silbato ése.
    La mujer volvió a deliberar en su cabeza, mientras Charlie -pareciendo un hombre bastante prudente- le daba la charla de “no enviamos pucks volando fuera de la pista” a sus niños, y Damian que miraba con curiosidad el uniforme.

    Y cuando (FINALMENTE) Charlie se volteó alzando las cejas ante el asentimiento de la encargada de Babbitty, se agachó para invitar a Damian a jugar.

    El pequeño semivampiro parecía que se iba a desnucar con la fuerza de su gesto, dando un medio abrazo a la figura que era más abrigo y vestido de Betty que la propia Betty, y fue a seguir al grupo casi saltando de la emoción con su cuidadora sentándose con resto de lo que parecía centro de padres esperando el fin de la práctica.
    Le prestaron patines, canilleras y coderas con una pechera con camiseta del “equipo rojo” y un casco, aunque comparado a la mayoría de los niños del grupo, se veían un poco muy grandes para él. Pero no importó nada cuando sujetó el palo de hockey junior que le sacaba media cabeza de alto luego de una breve explicación y dejarle probar a manejar la ficha negra sobre el hielo.
    Se alejó del borde, patinando a donde le llamó una niña mayor haciendo gestos, mientras el hombre fue a empezar la partida otra vez al dejar caer el puck en el piso.
    Silbato (asqueroso, horrible, por favor quémenlo).
    Y siguió a los rojos donde sea que fueran, aunque para él servía más el ruido que la vista, sin saber si se podía, se metió a medio camino entre un chico bastante alto de azul que llevaba el puck, dándole con el hombro y robándole la ficha que manejaba usando su palo con torpeza.
    Parecía hurón con patines cruzando del lado del arco en rojo al arco en azul con rapidez, hasta que se vio en la disyuntiva de cómo se marcaba el punto realmente.

    Así que esperando lo mejor, se midió, respiró profundo y mandó de un disparo el puck a la niña que lo llevó al hielo, agradecido de que la cosa aquella no decidiera salir volando y, en vez, se deslizara a gran velocidad hasta dar con el palo de la chica -al parecer experimentada- que lo envió entre las piernas del portero azul, marcando un gol.

    Se quedó después del juego, luego con los demás niños que le enseñaban a mover el palo y el puck como si se conocieran de toda la vida, y a patinar más rápido como si fuera una competencia.
    Charlie veía al mestizo con interés, captando potencial crudo en todo lo que vio en dos horas del niño, parado hablando con Betty al respecto y qué le parecía, asintiendo ante los hechos sobre el pequeño pelinegro; orfanato particular, escolaridad privada y disponibilidad casi completa para los horarios de la pequeña liga.
    Damian, con siete años, aún tenía mucho tiempo más hasta poder ir a Hogwarts, sumado a los potentes ojos de perro pateado color sol ardiendo y el puchero tirándole de las faldas con emoción; le dieron a Betty más razones para decir que al equipo de la escuela pública, que de todos modos ya tenía un montón de niños ajenos a esa institución, dando oportunidad a cualquier niño a practicar deporte y ya.
    Ésa misma tarde-noche en St. James Park, Londres, Damian reemplazó en su vida el Quidditch - el deporte mágico por excelencia-, a algo que le pareció mucho mejor.

    Hockey.
    Y para cabrear al que se atreviera a mirarle de malas:

    Sí, hockey muggle.
    Y vaya que con el paso del tiempo se volvió bueno en eso.



    Quién diría que el primer paso fuera de la cúpula de Tesoro, sería jugando con niños muggles que ni se fijaron en su aspecto.


    SPOILER (click to view)
    Nombre OFF-ROL:Finnbar

    Nombre ON-ROL:Damian Rogue Macmillan

    Link a la ficha del personaje:
    Presente

    Permisos de Personajes: Irrelevante

    Intención de la Historia:
    - Dar contexto a la experiencia del personaje y la habilidad en el hielo y en la disciplina del hockey dada la pasiva de la validación:
    [AQUÍ]
    - Establecer la relación más cercana que entabló Damian en su vida con niños muggles que con niños mágicos, así como su conocimiento más amplio desde temprana edad (y desarrollable a más adelante) sobre Londres y costumbres muggles en general.
    - Ingresar a Damian de 7 años en contexto de jugar en una liga infanto-juvenil de hockey con uso inofensivo y no perjudicial de su hibridez, así como contribuir a la formación del personaje a controlar las habilidades de su mestizaje al jugar en un ambiente donde debe moderarse sí o sí.
    - Construir en Damian confianza en sí mismo y dar forma a los rasgos más "ligeros" del personaje.


    Links importantes:
    -Selección de HCH
    -Diario de HCH
    - Validación de primera pasiva de hockey.



     
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2 replies since 29/3/2024, 04:35   68 views
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