the last great american dynasty ⸝⸝ ★

Summer 2000

— ¿Qué? ¿Acaso no tienes tiempo en el día para prestar una mierda de atención a tus hijos? ¡Ryley está creciendo sin mamá! ¿Te das cuenta o tienes la nariz demasiado dentro de tu puto papeleo para darte cuenta?

Desconozco el momento en el que la discusión empezó tanto como desconozco el motivo de la misma. Las peleas entre Elm y papá han sido tan constantes que he dejado de prestar atención a lo que dicen. Pero no puedo evitar ser curiosa si escucho mi nombre.

— No pienso discutir contigo mientras estás en este estado, Wilhelm Tonks Montgomery. ¿Qué te metiste ahora? ¿De dónde lo sacaste?

— ¡A ti que mierda te importa de dónde saqué lo que sea! Quizás fue de tu jodido gabinete de pociones, quizás fue de un callejón de mala muerte plagado de enfermedades. ¿Por qué coño pretendes querer saberlo?

Elm lleva un par de meses jugando con sustancias de dudosa procedencia, siempre dice que no me preocupe y que lo tiene todo controlado, desde que mamá murió intento molestarlo lo menos posible, así que lo he dejado ser. Últimamente se ha vuelto más violento, papá cree que se debe al incremento en el consumo de lo que sea que Elm tome.

Yo creo que simplemente le permiten decir lo que lleva un año reprimiendo.

— ¡Claro que quiero saberlo! Ningún hijo mío será un drogadicto sin futuro.

— HA-HA! ¡Ahí está! Un aplauso para Noah Tonks, que por fin tiene huevos para decir la verdad. A ti lo que te importa es tu maldita reputación como medimago, no tu hijo. No podrías vivir con el peso de una esposa muerta y un hijo drogadicto, ¿verdad? ¿Qué diría tu adorada asociación de medimagos entonces?

Es verdad, la asociación de medimagos de Estados Unidos tenía a nuestro padre en un muy alto estándar. No llegar a encontrar una cura para evitar el fallecimiento de su esposa estaba afectando bastante eso. Hablar sobre mamá de esta forma me pone nauseabunda. Creo que necesito aire.

Ryley no se quedó a escuchar el resto de los gritos proporcionados por los varones Tonks, los golpes secos a las paredes o los objetos que volaban de un extremo del salón al otro. Armó su mochila con lo que fuera necesario para estar fuera un par de horas y se dirigió a la ventana de su habitación. Para suerte de las habituales escapadas de la americana, esta ventana daba directo al techo del porche. Poco tiempo después, Ryley estaba ya fuera de casa.

Tenía suerte de que era verano y en vez de encontrarse en las bulliciosas calles de Nueva York se encontraban en los suburbios americanos, llegar a la casa de sus amistades era sorprendentemente fácil y la gente no miraba tan mal a una niña que acababa de cumplir 13 años mal por estar sola en la calle. Además había un parque en medio del área residencial, ideal para hacer un picnic o para ver las estrellas por la noche, era lo único que agradecía de vivir rodeada de no-majs.

Una vez en la calle, de su mochila Ryley sacó un par de rollerblades: los había estado probando en distintos skating rinks y por su décimo tercer cumpleaños su padre por fin le había comprado su propio par. Les había dado buen uso desde entonces. Emprendió viaje hasta su adorado parque, si se apuraba podía llegar a ver el atardecer.

Y así fue, saludó a un par de personas que solían estar rutinariamente en el parque sobre esas horas y con ayuda de los elementos en su mochila se montó una especie de picnic. Una vez todo estuvo arreglado se acostó y dirigió su mirada al cielo. Ryley encontraba refugio en el cielo de una manera que resultaba inexplicable, sobre todo por la noche cuando el mismo era invadido por millones de estrellas.

Aquella era una actividad que, previo a su fallecimiento, realizaba mucho con su madre. Fue ella quién le enseñó a leer el cielo en base a la posición de las estrellas, fue ella quién le enseñó a utilizar un telescopio apropiadamente mucho antes de que se lo pudieran enseñar en Ilvermorny. El motivo por su fascinación con todo lo que tuviera que ver con cuerpos estelares era su madre.

Mientras yacía en el cielo, Tonks recordó uno de los últimos momentos que compartió con su madre:

Summer 1998

Ryley llevaba un par de meses siendo consciente de lo terminal que era la enfermedad de su madre, nadie hablaba sobre ello en casa, nadie se atrevía a mencionarlo, pero lo que había empezado como su madre siendo internada una o dos semanas para observación se había vuelto más constante. Al punto que para ese momento, Caroline llevaba 3 meses internada.

El acceso a la azotea del hospital no era lo más fácil del mundo: la puerta estaba encantada con Unfavorabilis para evitar accidentes. Sin embargo, Caroline había encontrado la manera de que un guardia le abriera aquella puerta en noches especiales, en noches en las que Ryley estaba de visita.

Ambas tenían una especie de ritual en aquella azotea, acomodaban la zona en la que iban a ver la estrellas metódicamente, incluso los snacks tenían su sitio predispuesto. El silencio habitualmente reinaba, era su pequeño momento de paz dentro de la tormenta, dejaban que la paz proveída por el cielo estrellado hablara por sí misma. Por lo menos era el caso, hasta ese día…

— Ry.

La rubia volteó su cabeza ligeramente hacia su madre, quién por su parte seguía viendo directamente hacia arriba.

— Pase lo que pase, siempre velaré por ti, ¿si? Si te llegas a sentir sola… mira las estrellas, buscame en ellas.

— Mamá… - Ryley no consiguió formular una frase, su madre la silenció antes de que pudiera. Simplemente la acercó hacia ella y le proporcionó un suave beso en la frente.

Summer 2000


Ryley finalmente salió de aquel recuerdo, sus ojos se habían humedecido, pero no llegaba a llorar, no se lo permitía.

Empezaba a hacerse tarde y Tonks decidió que era finalmente el momento de enfrentar la realidad y volver a casa.

Cuando llegó, todo era muy diferente a como lo había dejado: la casa estaba en absoluto silencio. Entrecerró los ojos, la única iluminación que había venía de la cocina. Ryley se acercó cuidadosamente a la misma, ahí presenció a su padre, sentado, completamente solo, con su rostro entre sus manos.

En cuanto Noah sintió las pisadas de Ryley elevó la mirada, se recompuso rápidamente y se aclaró la garganta.

— Nos vamos a Inglaterra, tengo unos asuntos del trabajo que atender. Quería hacer esto más ameno pero tu hermano no me dejó opción. Él ya está ahí, en el ala de rehabilitación de San Mungo. - Ryley permaneció muda mientras su padre hablaba. No iba a pelar, no servía de nada, no pensaba mostrarle una pizca de emoción. — Empaca tus maletas, nos vamos mañana por la mañana.

Ryley no asinitió, pero no se negó, simplemente se marchó a su habitación e hizo precisamente eso: sus maletas.

Ya, sí. Así es como han sido las cosas desde que mamá murió; todo lo que Noah dice, se hace. Aún si literalmente pasa más tiempo en el trabajo que en casa puede decidir darle un giro de 360 grados a nuestras vidas y no podemos hacer nada al respecto. ¿Huh? ¿Por qué no parezco más preocupada por mi hermano? Oh. Es sencillo, si no le otorgo una pataleta a Noah, no tiene nada contra mí.

Soy completamente pro-expresar emociones o lo que sea, supongo. Simplemente no es para mí. De todos modos Wilhelm, Elmo, saldrá pronto de rehabilitación y nos divertiremos cuando eso suceda. Ahora… ¿dónde dejé mi termo de café helado?