Guardianas de la Historia - Prímula

Prímula seguía el cántico por un sendero bordeado de árboles centenarios, mientras una etérea figura de luz la guiaba, revoloteando sus alas con gracia.

"¿Eres tú, mamá?" - preguntó, Pero el aleteo se detuvo en seco cuando Prímula intentó alcanzarla, despertándola de golpe.

Con un parpadeo, Prímula se encontró de vuelta en los pasillos del castillo de su abuela, donde la luz del sol se filtraba suavemente a través de las ventanas antiguas.

Parece que el sueño se repite...

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Tras la tragedia de la muerte de Apolimia, Madamme Delacour, devastada por perder a una de sus hijas, decidió ocultar el conocimiento de las próximas generaciones sobre su cercanía con la esencia de las veelas. Durante años, Prímula creció en el castillo de Madamme, criada como si fuera el reemplazo de la amada Apolimia. La muerte de Apolimia sumió a la familia en la oscuridad; ella era la máxima representante del legado y había desafiado la pureza por amor.

Prímula pasaba sus días paseando por el castillo, admirando los cuadros de las bellas mujeres que formaban parte de la familia, cada una con un relicario que guardaba sus posesiones más preciadas. Aunque su abuela, Madamme Delacour, era bondadosa y amorosa con ella, Prímula comenzó a notar la sombra de la decepción interna en sus ojos. Aunque Madamme intentaba ocultarlo, Prímula podía percibir el resentimiento sutil cuando la comparaban con sus primas Fleur y Gabrielle, incluso con su madre, quienes irradiaban la herencia con cada gesto y sonrisa.
La decepción de Madamme Delacour hacia Prímula no solo se debía a la falta de belleza exótica de su nieta, sino también a la presión que sentía como matriarca de una familia de alta sociedad. Madamme era consciente de que, en su vejez, ya no podría mantener el estatus y la reputación de la familia Delacour como lo había hecho en su juventud.

Al ver que Prímula no poseía la misma belleza deslumbrante que caracterizaba a las mujeres de su linaje, Madamme experimentaba un profundo pesar al pensar que tal vez no podría asegurar un futuro prometedor para su familia. En un mundo donde la apariencia y la reputación eran fundamentales, la falta de chispa en Prímula representaba una amenaza para el prestigio de los Delacour en la alta sociedad.

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Los sueños tejían su manto de misterio noche tras noche. Desde su más tierna infancia, una experiencia que cambiaba de forma y escenario, pero que estaba impregnada de la misma voz cautivadora, una voz cuyo eco resonaba en lo más profundo de su ser. Aunque no pudiera recordar los detalles con claridad al despertar, la sensación de esa voz permanecía, erizando cada fibra de su ser con su encanto desconocido.

susurraba la voz, acechando a Primula en la penumbra de su última noche en el castillo, invitándola a seguirla con un tono enigmático.
Al escuchar esas palabras, la niña se lanzó en busca de respuestas, persiguiendo una vez más la figura por los oscuros pasillos del castillo. Con cada paso, la piedra pulida del castillo se transformaba en la densa vegetación de un bosque misterioso, hasta que finalmente emergieron en un claro iluminado por la luna, donde un gigantesco espejo aguardaba en silencio.

La figura se deslizó ágilmente dentro del espejo, y Primula la siguió con determinación. Sin embargo, al intentar atravesar el umbral reflejado, encontró una resistencia inesperada. Por más que lo intentaba, parecía incapaz de cruzar al otro lado de manera tan fluida como lo había hecho la figura misteriosa.


, resonó la voz desde el otro lado del espejo, adoptando un tono suave y persuasivo.
La figura en el espejo comenzó a cambiar de forma, adoptando las imágenes de las personas más cercanas a Primula: su madre, su abuela y otras figuras familiares.
, insistió la figura, mientras su reflejo adoptaba la forma de la propia Primula. Sin embargo, a diferencia de ella, el reflejo irradiaba un resplandor dorado desde el pecho y sus cabellos, confiriéndole una presencia casi mágica y etérea.

La esencia misma parecía dirigirse a Primula, envolviéndola en un aura dorada y cálida. Era como si cada fibra de su ser estuviera impregnada con la magia ancestral que fluía a través de su linaje. La figura en el espejo le confesó:

En la oscuridad de la noche, la figura volvió a guiar a Primula en sus sueños. Esta vez, el espejo que alguna vez había estado en un claro del bosque ahora se encontraba en una habitación completamente oscura, envuelta en el misterio y la nostalgia del pasado. Primula se hallaba en un lugar desconocido para ella, una habitación que nunca había sido accesible en el castillo de su abuela. Era la habitación de su madre, repleta de sus pertenencias y recuerdos.

Frente a ella, el espejo que alguna vez perteneció a su madre, reflejaba la imagen de Primula y su propio reflejo. Aunque rodeada por la oscuridad, Primula no podía evitar sentirse acogida por la presencia de su madre. Había algo en esa habitación que la hacía sentir conectada a su pasado, a su historia, y a la mujer que le había dado la vida.

Mientras contemplaba las pertenencias de su madre, cada objeto parecía susurrarle historias del pasado, revelándole secretos y emociones que habían sido guardados durante mucho tiempo. En ese momento, Primula se dio cuenta de la importancia de su herencia y la magia que gestaba en su interior.

La lágrima dorada que cayó del rostro de su madre en un último suspiro, brillando con una luz suave y cálida antes de desaparecer en la piel de Primula llevó consigo una parte de su ser, Apolimia siempre estaría presente en el corazón y el alma de su hija. Fue un regalo de amor y protección en un momento de despedida, una luz que guiaría a Primula en su camino.

Susurraba desde el tocador de la habitación, un llamado que parecía emanar de las profundidades del propio espejo. Primula se acercó lentamente, sintiendo una mezcla de curiosidad y cautela mientras observaba el pequeño espejo de bolsillo que la esperaba. Las incrustaciones brillaban con una luz misteriosa, y la estructura del espejo parecía resonar con una energía antigua y poderosa.

Al mirar su reflejo en la superficie pulida, Primula se encontró rodeada por las imágenes de sus antepasadas, cada una de ellas mirándola con ojos llenos de sabiduría y misterio. Era como si el espejo fuera una ventana al pasado, conectándola con las generaciones que la precedieron.

En la cúspide de la noche, cuando las estrellas parecían susurrar secretos y los sueños se entrelazaban con la realidad, la esencia finalmente encontró a Primula. En el amanecer, apenas unas horas antes de emprender su viaje hacia Hogwarts, Primula despertó nuevamente en su cama. Al levantar la almohada, descubrió el espejo que había sido testigo de sus encuentros y descubrimientos, listo para acompañarla en sus travesías por el mundo. Con una sonrisa en los labios y el corazón lleno de expectativas, Primula tomó el espejo entre sus manos, sintiendo la conexión con su pasado y la promesa de un futuro lleno de magia y aventura.

[1]

Entre montañas y horizontes, sobre lago cristalino se alza un Castillo, espléndido y divino. Danzan figuras, iluminadas, casi doradas, fulgor en la sangre, se vuelven aladas.

Vila surcaba el Ministerio francés a punta de tacón, sus feromonas danzaban en el aire como una flecha hacia cada rincón. Dichoso aquel que no la viera, salvado de sus propias tonterías quedaría ante la fiera.

Con su vista, certera, la flecha atraviesa a cualquiera que la viera. Diplomática y decidida, oye las condiciones para evitar su partida. Estamos juntas en esto, hermanas, brillen como nunca... para sentirlas cercanas.

El ministro se aproxima y el encanto, intensificado, predomina. Promesas de rutina, el castillo se encamina y dentro de las puertas del Ministerio, un secreto se difumina.

Amoríos escondidos, sobreviven entre paredes, encantado el ministro.. nos quita el título de plebe.

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[2]

Entre las montañas y las paredes de piedra pulida, ardió la pasión, desinhibida. Los años han pasado y con ellos la historia, en el tiempo se ha olvidado. Ya solo cuadros quedan, Vila baila y sonríe, su retrato parece que vive.

Lucien ha sido un salvador y más que su amor, su apellido nos ha dejado para que lo llevemos con honor. Vila, mujer del bosque.. divina. Te has vuelto una con el mundo detrás de las cortinas.

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[3]

Entre los cuadros se criaron Apolline y Apolimia, inmersas en reliquias que a través de relatos cobran vida. Pioneras en su linaje en recibir educación, su magia impregnó Beauxbatons y lo llenó de pasión. Bajo un perfil discreto y oculto, la riqueza se esconde entre las montañas como un tesoro en bruto. Envueltas en magia y opulencia, las niñas crecieron hasta dejar su propia descendencia.

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[4]

El tiempo ha sido cruel y de continuar su vida la ha privado. Maldito aquél que nos ha traicionado y el secreto de Apolimia ha develado. En la vista de quien debe ser temido nos ha dejado y a la Familia Delacour ha condenado.

Con sus emociones a flor de piel y explotado su corazón. Apolimia yace en el suelo tras batallar por su amor, aquel joven francés que tanta dicha le dio haberle conocido ahora alzaba su varita, ¿Qué hacia su futuro marido?. Un campo mágico los rodea, el amor es la barrera que protege a la fiera. Vuelan los hechizos, impactan con recelo, ¿Será suficiente la protección del velo?.

Durante tiempos de guerra, el castillo se oculta, los hechizos en él su presencia ofuscan. La sangre de guerra una traición ha plantado, magos oscuros el castillo han emboscado.

El auge de la noche ha llegado y hermosos ventanales de vidrio explotados, en sus trozos reflejan la luz de hechizos olvidados. El objetivo era claro, la veela o su cabello debería ser llevado. Nada se opone en lo que demanda aquel que no debe ser nombrado. Con su juicio nublado, asesinos cansados, el nacimiento de prímula había llegado. Gritos de parto y guerra, colmaban los salones mientras las Delacour dejaban volar sus emociones, Prímula había llegado pero para Apolimia quien alguna vez fue su enamorado, ahora yacía en el suelo, vulnerado. ¿Era el fin de su amado?.
Con su último respiro y malherida, Apolimia compartió con su hija milésimas de vida.

Llamas brotan de tus heridas... Hermosa fiera, tus alas te mantienen erguida. Oh, Madre. Cuida mi niña. El amor se bate en duelo y con la ira se alinea, huye Madre!. ¡Cuida a mi niña!.
Las llamas te envuelven, abraza a tu amado. Con su último aliento el velo devuelta nos ha cobijado, rayos explotan contra la barrera, colapsan indiferenciados... La sangre hierve, protegeré a mi amado. ¡Ya no te siento, por favor quédate a mi lado!.

El destino ha sido sellado. Tras un grito de guerra, la batalla ha colmado. Un estruendo ensordecedor ha advertido y una explosión de fuego el lado izquierdo del castillo ha abatido.

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[5]

La voz ha corrido y detrás rumores han viajado. ¿Cómo ha muerto, qué le habrá pasado?. Descendiente del Ex Ministro, la muerte ha encontrado. ¿Si era Veela han confirmado?.
Hermosa niña, crecer la vimos y ahora el tiempo, obliga despedirnos. La soledad a Madamme nuevamente ha encontrado pero desde la tristeza una nueva misión se le ha encomendado.
Prímula la llamó, cómo aquella flor que alguna vez en el balcón que ahora le genera rencor vió. Con Evangeline cerró, el pedido de su hija cumplió y en la crianza de una nueva Delacour se embarcó.