Hoy me desperté y pensé sobre el colchón de mi roñosa habitación, acompañado de algunos ruidos de ambiente que me esperaban al salir de esas cuatro paredes.

Ruidos borrosos que no puedo oír con atención.

—¿Dónde coño est… (sonido inaudible)?
—(Inaudible, inaudible) Nathan (inaudible).

Son conversaciones comunes en mi casa. Vive tanta gente que empiezo a no saber diferenciar las voces.
Al pasar unos minutos, noto que nadie entra en la habitación pese a haber oído mi voz (o eso creo). No puedo evitar sacar un cigarrillo de mi cajetilla semi-metálica para fumarme uno de buena mañana. Me duele la cabeza.

Estoy… Tranquilo, pero a la vez hay muchas cosas que pasan por mi cabeza. Mi cabello, el que de momento no cambia de color —y lo agradezco— está ahora mismo un poco sucio. Supongo que es el ambiente húmedo y lleno de polvo que rodea la casa de madera.

Saco de debajo del colchón una revista, aparentemente porno. La portada es de una chica desnuda, y los típicos títulos eróticos la rodean. Eso no me interesa; sé que dentro lo que hay realmente son páginas ocultas de hombres desnudos.
Pero no me apetece ahora. Ahora pienso en qué pasaría si alguno de estos cretinos lo descubre, por lo que me dan ganas de quemarla.

Aún así, no la quemo; al menos por el momento. Prefiero pensar en otras cosas, que si fuera por mí y tuviese elección, no pasarían por mi mente.

El tema que inunda mi mente, ¿cuál es? Está claro. A mis 17 años, lo único en lo que pienso últimamente es en amor. En amor y sexo.
No sé por qué sea, pero he descubierto que creo que soy romántico. Sé que por fuera parezco ese que se liaría con 10 personas en un mismo día, pero en verdad anhelo tener una vida tranquila e incluso tradicional: amar a alguien por siempre, que me ame, casarnos…
De todas formas, sé muy bien que es probable que ese destino no sea el que me espera.


Hay una persona bastante ocurrente que me pasa por la mente cada vez que pienso en estos temas.
Un chico pelirrojo, pero pelirrojo intenso, no cobrizo. Tiene ojos morados, y… Sí, es el primer amigo que hice desde que llegué a Londres; pero no te hagas ideas equivocadas. Ese tren ya pasó, y ya he asumido que lo perdí.
Elwind me gustó con 14 años. Ahora que han pasado 3 años me doy cuenta de lo muy tonto que fui; pero, ¿siquiera había posibilidades? Yo soy un desastre, y aquel Gryffindor era más bien orden, carácter, era muy cabezón; ¿seguirá siéndolo? A decir verdad, a veces siento que nos desconocemos.
Seguimos en el mismo colegio, nos seguimos viendo por los pasillos, pero es como si ya no lo conociera, o al menos eso me hago creer.

Hace ya años que me gustó, pero no puedo evitar sentir arrepentimiento. No sé si es más frustración o vergüenza por haber sido tan idiota.


Ahora Elwind hizo su vida y tiene novio, y yo era problemático para él, seguro. El verlo con su novio por los pasillos no me genera celos, me genera envidia, y que Dios me perdone por ese pecado… Pero es que simplemente para mí es impensable que alguien me ame así, o bueno, más bien es impensable que yo deje que me tome la mano un hombre en público…

Creo que más que nada siento arrepentimiento por no reconocer mis sentimientos en ese entonces, y cada vez que lo veo o me habla una rara sensación de incomodidad y frustración me invade. Claramente ya no siento eso por él después de esos años, en los que además, no nos hemos hablado demasiado.

Ahora tengo otro problema con otro chico; pero este sí que es un problemón.
Me ha costado admitirlo, pero he sentido atracción últimamente por un chico llamado Wilhelm. Es rubio, de ojos azules y americano.
La verdad, no sé si tengo “un tipo”, pero de tenerlo, creo que no me gustan los rubios. Creo que es una señal de Dios para que no sea superficial, porque Wilhelm está muy bueno aún así. Además, se puede teñir el pelo.
Miento. Sé que no lo hará.

El problema con Wilhelm es que es, sin filtros, un puto. Sé que le valgo yo y cualquiera. O sea, sé que sólo me quiere besar porque estoy bueno, y no pienso que realmente le guste. Sé que como le “gusto” yo, le gustan 100 al menos.

No sé qué sentir al respecto, si sentirme usado o que me parezca normal porque no estoy enamorado de él, sólo me atrae. Aún así, siento una necesidad de conocerlo mejor, ¿seré ñoño?

Bueno, que le den por culo. Si quiere ser un puto que lo sea, me la pela bastante.
O al menos, espero no ser tan marica como para que eso me importe. La verdad, estaba relajado, pero al pensar en esto me han dado ganas de romper todo que puedo palpar en el ambiente. Y ahí es cuando siento un ligero dolor en la raíz de las hebras de mi cabello, lo que puede significar que ha cambiado.

Y en efecto, se han puesto de un rojo intenso. Realmente no entiendo por qué, Wilhelm me la pela.
En estos momentos sólo deseo que nadie entre en mi cuarto, una pena que lo comparto con tres personas más. Odio este lugar.

Intento no pensar más, lo que trato de solucionar encendiéndome otro cigarrillo. Para pensar en cosas bonitas y relajarme, pienso en mi amiga, Circe.

Circe es la chica que me hizo plantearme si era gay, aunque suene gracioso. Hace unos cursos le comí la boca y no sentí absolutamente nada. Curioso…

Pero además de ser esa chica, es mi mejor amiga; al menos yo la considero así. Ha estado haciendo “sutiles” intentos de que me junte con Wilhelm, además de darme algunos sermones de que no actúe como un hetero reprimido delante de él.

No sé qué hacer con Wilhelm. Quiero hacerme el interesante, lo suficiente como para causarle curiosidad, pero no tanto como para aburrirle y que otro le genere más curiosidad. Tengo que encontrar ese equilibrio entre ambos.


En ese momento, un ruido se oye en los pasillos, y entra uno de mis hermanos; Noel.

—Nathan, coño. Levántate. Va a venir Dean, así que te aconsejo largarte de la habitación. Aunque sea, finge que haces algo, vago.

Ah sí… El hijo de puta de mi padre. Cuando estoy en casa, sobre todo en vacaciones de invierno, prefiero largarme cuando viene. Está claro que este viejo odia a sus hijos, pero tengo por seguro que al que más odia es a mí. No sé si es porque me huele lo gay, o porque me voy a Hogwarts y no me puede explotar para pagarle sus drogas.

Sea como sea, no es mi problema. Seguro que no me odia ni la mitad de lo que yo le odio a él.

Después de ese anuncio, abro la ventana y salto por ella, como si nunca hubiese estado en la casa. Es fácil hacer eso porque la ventana está extremadamente cerca del suelo.

Me toco el pelo y miro mis rizos. Ya han vuelto a ser naranjas… Y ahora estoy feliz por salir de casa y respirar. Me dan ganas de ir a buscar a mis amigos.

(...)

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