| Arpeggios of
uncertainty a story about bad dreams No era noticia que las sombras se arremolinaban junto a Hyacinth en su día a día. Se acurrucaban contra ella, abrazándola, asfixiándola. Incluso cuando no estaba dormida, sus pesadillas transpasaban el mundo onírico que inconscientemente había construido para atacarla en la realidad; la llenaban de miedo, la torturaban constantemente con sus vivencias. La hacían temer de cada paso que hacía, de cada cosa que decía o tocaba. Porque últimamente todo lo que veía, se convertía en caos, y ella lo sabía. Lo presentía.Las últimas veces que había compartido palabras sobre lo mucho que le costaba conciliar el sueño solo recibió consejos básicos, tales cómo tomar una taza de té de manzanilla o más bien, leer hasta fallecer del sueño; pero ese no era su problema. La castaña podía llevar el cansancio en cada parte de su piel y, aún así, no poder cerrar los ojos durante la puesta de luna. Es una maldición, pensó.Pero no, era pura lógica. Bendecida sea quien pudiese dormir con tantas cosas en la cabeza. Quien pudiese concentrarse lo suficiente como para apartar su pasado de su presente, ser fuerte, valiente. Hyacinth no lo era, al menos no lo suficiente, y eso era lo que más le pesaba. Quizás en otro mundo probablemente hubiese poseído la habilidad de dejar sus tortuosos pensamientos atrás, en el fondo de sí misma, para que no interrumpiera sus actividades cotidianas ni molestaran en su día a día. Quizás, en otro mundo, no seguiría viendo la imagen de su padre en sus sueños como un demonio al cual exterminar por completo. Y si todo eso fuese real, probablemente no se entregaría tanto al cansancio durante sus clases, no aprovecharía cada momento libre para dormir, ni tampoco cargaría con las manchas violáceas que paseaban por debajo de sus ojeras debido a la falta de descanso. Pero todo era un quizás, barajar una posibilidad entre miles y, para ella, solo prevalecía la realidad. Una que escapaba de sus manos. Noviembre de 2001; Hogwarts.
Cuando el cuerpo comenzó a fallarle y su mente amenazaba con estropearse, Flamel empezó preocuparse por su estado. Las menciones sobre la demacres de su rostro, sobre la torpeza de sus movimientos, y el hecho de que normalmente se olvidara cosas importantes, hizo que la alerta roja de su sistema se encendiera. Ella era conocedora de que tal vez no estaba priorizando su salud al mantenerse despierta durante tantas horas seguidas, y supuso que probablemente no era muy sano el beber café como si de agua se tratase; ahí estaba el motivo de sus mareos vespertinos. Incluso cuando le habían recomendado visitar la enfermería en busca de pastillas o algo que pudiese ayudarla, se negaba completamente con la vaga excusa de “Ya pasará, solo fue una mala noche”. Pero no, no fue una, fueron varias. Una detrás de la otra, sin descanso alguno. Incluso, por un momento, pensó que le había faltado el respeto a Morfeo, dios de los sueños. Y que por eso, al caer entre sus brazos, hilaba y entretejia sus peores creaciones dentro de la mente de Hyacinth. Era rutinario; levantarse, cambiarse, lavarse la cara y observar su figura en el espejo. Si bien siempre fue pálida, el tono de blanquecino que ahora se apoderaba de su piel no era para nada sano; incluso, las salpicaduras pecosas de sus mejillas rogaban por algo de color. Y la castaña se los dió. Comenzó a probar distintos maquillajes para tapar cualquier defecto que pudiera ser digno de señalar; tapó sus orejas, tintó sus mejillas de carmesí, y procuró no recogerse el pelo para no darle tanto protagonismo a sus facciones. Quizás, solo así, no tendría que agachar la cabeza cada vez que saliera de su común por miedo a que ajenos notaran los problemas privados con los que convivia la leona. Algunas veces, las malas experiencias o los tortuosos ratos solían adentrarse en su vida, tal así como la Deadpool List o la Guerra Mágica. En aquellos instantes, solía pellizcarse los brazos para comprobar que no era una pesadilla. Que era real, que todo eso estaba pasando y que debía tomar cartas en el asunto. Era un mecanismo que, para bien o mal, se había vuelto parte de su día a día. Una de las muchas cosas que hacía Hyacinth para despejar su mente antes de dormir, era rondar por los pasillos como si fuese un fantasma más. Observaba curiosa las aulas vacías, realizaba sus rondas en la biblioteca, incluso se quedaba junto al fuego para leer una que otra novela policial y entretenerse hasta que el cansancio se colara en lo profundo de sus huesos.Durante una de las noches más vacías, sus pasos, apenas un eco en la quietud etérea, solían llevarla por los lugares más iluminados del segundo piso. Pero esa vez, a diferencia de las demás, había sido distinta. El caminar de Flamel de regreso a su común se vió interrumpido (y cautivado) por una melodía ínfima que flotaba en el aire como un susurro de los dioses. Sus sentidos se agudizaron, como si el universo quisiera que, por unos instantes, Amren se perdiera en aquel éxtasis de melodía. El sonido del violín era inconfundible para ella. Lo conocía de pies a cabeza y viceversa. Delicado y poderoso, melancólico y desesperante. Acariciaba, desgarraba, su alma con cada nota, como si fuera el eco de lo que alguna vez había perdido, o el suspiro de un sueño que probablemente había olvidado. Hyacinth cerró los ojos, como si nada ni nadie existiese; ni ella, ni los cuadros, ni su malestar, ni el cansancio. Y, por un instante, pudo sentir como la presión que las sombras reafirmadas a ella causaban, disminuía a cada roce de cuerdas. Cada trino del instrumento era como un destello de luz en la oscuridad, cada acorde una caricia hacía las tantas heridas sin sanar que yacían en su interior. Ella no sabía de dónde provenía, pero tampoco le importaba. Ese soneto, de alguna forma, la había transportado a un mar de sensaciones que Amren desconocía por completo y, en aquellas aguas profundas, navegó hacia uno de sus recuerdos más valiosos; "Las hebras doradas de su madre nunca la molestaron a la hora de tocar el violín. Y, en el momento que comenzó a instruir a Hyacinth, tampoco sus rizos presentaban un problema al momento de reposar su mentón sobre la madera. Su postura erguida, sus hombros coordinados, el arco en su diestra y sus dedos presionando las cuerdas; las sentía en la yema, le dolían, le ardían, pero le fascinaba. Las palmas de Rebecca que le indicaban que lo estaba haciendo bien, sus delicadas correcciones y la melodía de su voz cuando se atrevía a acompañar la tocada de su hija con un tarareo dulce y sereno"
Se había olvidado por completo de las tardes lluviosas en dónde solo ella y Le Vainqueur importaban, dónde los males parecían desaparecer y diluirse con los suaves tratos posteriores a la violencia de su día a día. Y pensó que, quizás, el solo concentrarse en los aspectos negativos de su infancia provocaban esos malos ratos de sueño. Sin quererlo, Hyacinth unió cabos; ¿tocar el violín devuelta podría traerle nuevamente esa paz que tanto anhelaba? ¿sería una buena forma de honrar el recuerdo de su madre? ¿sería una buena solución para espantar a las imágenes extrañas que se presentaban sin permiso alguno? ⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄ nombre OFF-ROL: cephyr. nombre ON-ROL: hyacinth amren flamel. permisos de personajes: N/A intención(es) de la historia: ೀ Validar el hecho de que los déja vú que Hyacinth sufrió en el desarrollo de su habilidad (clarividencia) provocó que comenzara a tener pesadillas recurrentes, logrando desgastarla de manera física y mental, logrando que no pudiese descansar como era apropiado. Esos efectos negativos en su salud se presentan en su vida cotidiana como "sombras pesadas" sobre ella. ೀ Validar el recorrido nocturno que tuvo en el castillo como bibliotecaria jr, escuchando la melodía de un violín y atándolo directamente con su pasado, en dónde su madre le había enseñado a tocar el instrumento siendo este el único momento en dónde ambas estaban a salvo de los actos violentos de su padre. Este encuentro presenta una posible solución para los problemas Hyacinth. Se busca evidenciar su cercanía la musica para futuras validaciones. ೀ ¡Cualquier cosa que me quieran dar en base a la historia! links importantes:
the third eye
of chaos The breaking point, the birth of doubts. Enero de 2002; Hogsmeade
Hyacinth nunca volvió a escuchar nuevamente esa melodía. Hubo noches que se había comprometido en buscar el reproductor de la misma, una pista, una señal de quien había desenvainado el instrumento para volverle a traer todas esas memorias. Sin embargo, fue totalmente en vano; pero si de algo le había servido a Amren revivir ese pequeño fragmento de su infancia (el único rescatable) fue para buscar una posible solución a los problemas que solían atormentarla. Las primas Flamel y Melody habían salido a las calles de Hogsmeade hasta los codos de abrigo. Si bien la última siempre insistía en estar a la tendencia, Hyacinth se puso los sueters más pesados que pudiese encontrar; no le importaba, prefería eso antes enfermarse. Fue un paseo corto, habían ido a comprar algunas prendas para el comienzo del año y comentaban entre sí sobre algunas bromas internas; así como el nacimiento de su banda, las pasantías estudiantiles, etc. Sin embargo, la atención de la leona había sido cautivada por una de las vidrieras del lugar: un negocio de música. Las tres intercalaron una mirada cómplice entre sí, tan solo sentir el fervor del ritmo y los instrumentos que decoraban la vitrina les había impulsado a ingresar al local sin pensarlo dos veces. Adentro, el trío se separó; Melody fue a ver diapasones y micrófonos nuevos, Onyx a buscar puas para su bajo y un repuesto de cuerdas extra y Hyacinth… Hyacinth se quedó absorta al ver violín eléctrico que reposaba en una vitrina; conocía la complejidad del instrumento acústico, pero ver la variación del mismo la había dejado completamente abobada. – ¿Te gusta? – Preguntó Melody. Su voz siempre desfilando dulcemente por los oídos de cualquiera que la escuche. Era calma, era una tarde en la playa bajo el sol. – Mucho. – Respondió, tanteando con sus manos la madera y las cuerdas, la composición entera del instrumento se colaba en su cabeza. – Siempre toqué el violín acústico, este… es eléctrico, distinto. – Sí, muy distinto, demasiado. Y eso le llamaba la atención. Si bien el normal traía consigo cierta elegancia, este parecía romper firmemente la barrera de clase; era un intermediario. – ¿Y si lo compras? – Apareció Onyx, llevaba consigo algunas puas; últimamente había practicado mucho con el bajo, demasiado para su gusto. Si de por si no podía dormir, los entrenamientos nocturnos de la rubia no dejaban lugar ni para que cerrara los ojos. No lo pensó dos veces. Le señaló al dependiente que quería llevarse el instrumento, no le importaba cuánto podría costar; para esto trabajaba tanto, para poder darse sus gustos de vez en cuando. Pero esto, al contrario de ser un placer, era una necesidad. El hombre envolvió la compra delicadamente en un papel madera, pronto, lo colocó en una bolsa y la emoción se coló por todos los poros de la ojiverde. Pero no duró mucho. Hyacinth la tomó cuando accidentalmente entró en contacto con la mano del vendedor. Un pequeño roce del cual apenas se había percatado. Ínfimo, incluso imperceptible. Pero los luceros de Flamel, de tonalidades grisáceas y olivas, se tornó de un blanco nevado sin vida alguna. No había nada detrás de ellos, porque ella ya no estaba ahí. Su mente y consciencia se habían unido y su tercer ojo hizo su primera aparición en el mundo material. No era capaz de moverse, pero, por suerte, Melody y Onyx estaban detrás de ella para sujetarle cuando vieron el nuevo cambio en la vista de la misma. Si bien en ese plano Hyacinth parecía haberse hundido en una especie de trance con los ojos abiertos (cuya tonalidad aún permanecía de un color cándido), su realidad era completamente distinta. Navegaba entre sombras, atravesaba tempestades para finalmente finalizar su viaje en lo que parecía ser una escena autoprograma de gente que no reconocía. “ El correteo incesante de lo que parecían ser… cuatro patas lupinas hundiendo la grava húmeda sobre el terreno. Sentidos agudizados. Un niño, escondido detrás de un árbol, regulaba su respiración, pero el miedo se olía desde lejos, y el hambre del animal iba en crecimiento. En cuclillas contra el tronco, silenciado de cualquier sollozo que pudiera delatarlo. Pero fue en vano. Tonto sea quien piense que puede ir contra la naturaleza, contra los sentidos de un animal tan fuerte como lo era el lobo. Terminó con una vida más rápido de lo que podría haber cantado el gallo. Vísceras, sangre, restos de sus extremidades tiñendo la tierra, incendiándose con aquel aroma a muerte. Pero no era un niño, no, eran dos. El último, el sobreviviente, el que había vivido gracias a que el animal ya había satisfacido su hambruna con su acompañante, gimoteaba de terror al ver la escena; pero no había salido limpio del asunto, no. Un rasguño atravesaba gran parte de su mandíbula y cuello, le desgarraba por completo la piel en señal de que ese no era un lugar seguro. Pero no hicieron caso, y ahí las consecuencias. “ Las imágenes se esparcieron de una manera un tanto desordenada en la cabeza de Hyacinth, su tercer ojo atento a las emociones a las cuales podía agarrarse, era propopensa a mostrarle escenas un tanto caóticas, fuertes, incluso demasiado salidas de contexto. Pero esta vez, se arremolinaban los aromas, sonidos, todos los sentidos posibles, para que gozara del espectáculo que se había presentado ante ella. Cuando despertó, observó los cuerpos apilados de sus amigas sobre ella; habían cubierto la particularidad de su estado con su propia figura para que nadie pusiese juzgarle. Su respiración agitada evidenciaba el terrible suceso que acaba de presentar; grotesco, digno de extraerlo de sus recuerdos. Pero no, lo recordaba todo, de inicio a final. Pero no entendía nada, ¿Qué era esto? ¿Qué había pasado? ¿Por qué? En un acto de reflejo y, aún algo confundida por el repentino cambió de realidad, Hyacinth observó en primera plana al vendedor frente a ella. Lo analizó, cada arruga, cada pelo, cada cicatriz… Esa cicatriz, se la debió de generar con algo fuerte para que le haya quedado marcada tanto tiempo, parecía antigua. – ¿Estás bien, Hya? – preguntó Mel, preocupada por el estado de su amiga. Primero se le ponían los ojos en blanco y, luego, parecía estar mirando al dependiente atonita. – ¿Qué fue eso? – Onyx, desentendida, sostenía el brazo de su prima en busca de respuestas. Si tan solo Hyacinth pudiese dárselas, lo haría. – ¿Cómo se hizo esa herida? – Preguntó de la mismísima nada. El hombre titubeó, dudoso de contar algo tan personal como lo parecía ser esa anécdota para él. Pero Flamel, con esa voracidad devastadora, esas ganas de saberlo todo o nada… – Fue un accidente, yo y… mi “amigo” nos extraviamos en el bosque una vez y tuvimos un percance con un lobo.-- Tragó en seco, cualquiera que tuviera dos dedos de frente podía notar que ese “percance” no era solo un encuentro minúsculo y ya. Sus movimientos, su tono de voz, su lenguaje corporal, todo indicaba a que había más dentro de esa historia. Y como él mismo se dió cuenta del pequeño error que había cometido, siguió. –Es por eso que no deben irse a lugares peligrosos, haganle caso al toque de queda. – La explicación fue efímera, pero la captó como si fuese una descripción textual de las sensaciones extrasensoriales que había vivido hace segundos. Ella lo había visto. No había otra explicación a eso. ¿Tocarlo y de la nada ver una escena que no era propia de su cotidianidad y que encajaba perfectamente con lo que él decía? Podía ser distraída, pero no era tonta, tampoco planeaba ignorar el hecho de que los hilos parecían conectarse solos y, solo por intentar deshacerse de la incógnita de sus pesadillas, se preguntó si estas podrían tener alguna especie de relación con el trance que su cuerpo había sufrido. Si esos déja vú que vivía constantemente eran primos o hermanos de esta situación. ¿Estaba loca? ¿Así como las personas de su pueblo natal acusaban a su madre de estar demente? No le contestó a su par de amigas que amablemente habían aceptado salir a pasear, ni al señor que le había regalado un fragmento de su pasado involuntariamente. Ella había violado su memoria, sus recuerdos. Tomó los galeones y los dejó sobre la mesa, reafirmó el agarre de la bolsa y huyó del negocio. En ella, una posibilidad de terminar con el ciclo de pesadillas y una duda incesante de ese nuevo episodio. ¿Y si sus malos sueños también eran capaces de colarse de esa manera? ¿Por qué vió el pasado de un extraño simplemente con un toque? ¿Por qué? ¿Por qué esa avalancha de nuevas emociones la sobrepasaban de tal manera? ¿Y si Onyx y Melody comenzaban a suponer que Amren era una lunática? Se hundió en la oscuridad de los callejones y, por primera vez, aceptó que las sombras la escondieran de cualquier mirada acusadora, ajena a lo que le pasaba. Si era hija de su madre, ¿ella también podría estar enloqueciendo?⠈⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄⠄⠂⠁⠁⠂⠄ nombre OFF-ROL: cephyr. nombre ON-ROL: hyacinth amren flamel. permisos de personajes: melody lovegood | astley & onyx flamel | astrolletintención(es) de la historia: ೀ Validar la compra de un violín electrico por parte de Hyacinth. (A-10 para descontar los galeones necesarios) ೀ Validar el punto de quiebre que obtuvo al entrar en contacto con una persona, logrando ver un fragmento de su pasado y, asi mismo, pudiéndolo recordar al finalizar su visión. ೀ Ratificar las dudas y miedos de Hyacinth al pensar que está enloqueciendo al igual que su madre (quien tambien poseía clarividencia), evidenciando que rechaza esa visión y cualquier similitud a la misma. ೀ ¡Cualquier cosa que me quieran dar en base a la historia! links importantes:
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