personalidad Es mezcla de inteligencia, silliness y cariño. Alguien capaz de alternar sin esfuerzo entre conversaciones profundas e intelectuales y bromas que dejan a todo el mundo con la boca abierta, aporta ligereza a cualquier situación, pero que también puede profundizar en temas complejos con facilidad.

Cuando se trata de sus relaciones, Maia es increíblemente cariñosa y afectuosa, especialmente con sus seres queridos. Va más allá para asegurarse de que sus amigos y familiares se sientan apoyados y apreciados, siendo a menudo el pegamento que mantiene unido a su círculo social.

Sin embargo, Maia no es de las que se guardan sus pensamientos u opiniones, a veces, su filtro parece tomarse una pausa para el café, dando lugar a momentos de franca honestidad que pueden pillar a la gente desprevenida. Es esta autenticidad la que la hace querer a los demás, ya que saben que siempre pueden confiar en que dirá lo que piensa.

En general, Maia Reneé Schnitzler es una persona dinámica que encarna el equilibrio perfecto entre inteligencia, tontería, compasión y honestidad sin filtros.


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You said I'm the love of your life
but you're the loss of my life.

code by gwyneth

If you wanna wallow
then baby that's fine

february , 2001

—Madame Lestrange, box 2. Herida de corte moderado en el abdomen —La enfermera se apresura para alcanzarla, ofreciéndole la tablilla con la información básica de su próximo paciente, permitiéndole leerla antes de enfrentarse a la cruda realidad.

—Merci. Te entregaré la hoja del registro una vez la complete —responde con un gesto de agradecimiento, ingresando al Ala de Urgencias. Cubículo dos, para ser precisa—. Bonjour, soy la sanadora Olymphea Lestrange. Voy a encargarme de su cort...

Sus palabras se estancan cuando se interrumpe a sí misma. Una joven castaña está de pie, aplicando con destreza un par de gasas simples en la herida y rebuscando en el estante de medicamentos.

—¿No hay Díctamo disponible? Qué estrictos son aquí.

Olymphea frunce el ceño, inspeccionando el lugar con una mirada aguda. Observa un frasco de antiséptico medio vacío, un paquete de gasas y vendajes abierto pero no utilizado por completo. Y la mujer de pie, todavía sangrando, con una expresión de pura concentración, aparentemente indiferente al hecho de que su abdomen esté abierto con una incisión profunda.

—¿Qué diablos cree que está haciendo? —se dirige hacia ella, colocando ambas manos en sus hombros para guiarla hacia la camilla—. ¿Se ha vuelto loca? Dígame inmediatamente qué ha hecho en la herida.

Necesitaba saber si había utilizado algo más que la simple poción desinfectante, aunque lo había hecho de muy mala manera. "Es una inconsciente, ¿acaso se cree enfermera?", reflexiona mientras se coloca un par de guantes en cada mano. Una risa la distrae, haciendo que sus miradas se crucen a medio camino. ¿Qué encontraba tan gracioso?

—Relájate. Es solo un corte. Tenía pensado limpiar la herida y coserla en mi apartamento —¿lo había oído correctamente? ¿Estaba bromeando? ¿Quién en su sano juicio preferiría hacer eso en lugar de permitir que un sanador la atendiera?—. Pero me has pillado in fraganti. Debería haber sido más rápida...

—¿De verdad no se da cuenta...? Su plan es, literalmente, una completa locura —protesta mientras busca otro frasco desinfectante para iniciar el proceso de curación. Se concentra adecuadamente después de hacer aparecer las pociones necesarias en la mesa metálica a su lado, listas para ser utilizadas—. Ni siquiera supo limpiar la herida correctamente. En menos de cuatro días, estaría infectada y con un dolor que apenas le permitiría moverse.

—Pero no ha sucedido, ¿verdad? Me has salvado de una muerte horrible —su risa persiste. Y Olymphea no logra encontrarle la gracia, nunca había considerado algo así divertido en su profesión. Todo era pura tensión, estrés constante y concentración. Sin embargo, para acallarla de una vez por todas, aplica el resto de las pociones en la herida sin anestesiarla; y es en ese momento cuando las quejas brotan, dejando de lado su actitud jocosa—. ¡Oye, eso duele!

—Lo sé. Necesito concentrarme en su corte. Así que va a mantener la boca cerrada a partir de ahora. ¿Entendido?

Un gesto de aprobación le da luz verde para proceder. Con el consentimiento implícito, continúa sumergida en su tarea tras un simple contorsione. Sus manos ágiles y veloces cierran la herida con destreza y precisión, aplicando vendajes meticulosamente.
Cuando termina, se deshace de los guantes en la basura, completando el registro del paciente mientras aguarda la llegada de los enfermeros para trasladarla a cuidados intensivos.

—Gracias, aunque hayas sido un poco capulla al principio —Lestrange levanta una ceja, mirando por encima de la carpeta. "Debería aprender algo de modales también", piensa firmemente la pelirrubia. Y ahí está de nuevo, esa sonrisa de suficiencia y orgullo, como si supiera exactamente cuál será su reacción. Como si pudiera leer sus pensamientos.

Un escalofrío recorre su espalda, pero sin mencionar nada al respecto, se escabulle de la habitación cuando los medimagos llegan a la zona. Regresa al recibidor del hospital, donde entrega la ficha médica en recepción: —Listo. Lamento la demora. Surgieron… Inconvenientes.

Juega con el plumín entre sus dedos mientras la señora mayor archiva la carpeta. Mientras tanto, Olymphea aprovecha para revisar el historial médico.

"Violet".

Ese era su nombre. Con todo el ajetreo, ni siquiera le ha dado la oportunidad de presentarse. Aunque tampoco se lo habría preguntado.
—¡Lestrange, caso de envenenamiento! —La advertencia de uno de sus compañeros la devuelve al presente, dirigiéndose de nuevo hacia urgencias.

april , 2001

Inmersa en la calma característica del laboratorio del hospital, Lestrange aprovechaba el escaso flujo de pacientes para continuar con sus estudios de boticaria. Junto a ella, su jefa de planta corregía cualquier error, por mínimo que fuera. Pretendía convertir a la francesa en una especialista destacada en esa rama, vislumbrando un futuro prometedor para la joven sanadora recién ascendida.

Annabeth y Olymphea compartían un amor por el arte de las pociones, por lo que solían encontrarse en ese lugar cuando ambas tenían tiempo libre. Una enseñaba y transmitía todos sus conocimientos adquiridos a lo largo de los años, mientras que la otra asimilaba la información, la procesaba y la ponía en práctica para honrar a su superior.

—Ahora, con cuidado, agrega los quinientos miligramos en el mortero y mézclalos —guiaba con serenidad y voz suave. Las manos jóvenes, protegidas por guantes, vertían el jugo de sanguijuela en la mezcla adecuada—. Muy bien, una vez hayas juntado todo, añádelo al caldero y…

La tranquila atmósfera del laboratorio se ve interrumpida por la brusca apertura de la puerta, lo que causa una sacudida en la concentración de Lovecraft. Por otro lado, la pelirrubia eleva la mirada con cierta molestia, consciente de que esa interrupción podría hacerla perder el hilo y provocar un error en todo el proceso de elaboración.

Al dirigir su atención hacia la entrada, divisa una cabellera azabache y un rostro asiático. Inclina ligeramente la cabeza, preguntándose qué hace Adeline en ese lugar. No es habitual verla por allí.

—¡Aquí estás! Te he buscado por medio hospital. Aunque verdaderamente no sé por qué no empecé por aquí… —avanza al interior del cuarto como si nada, no sin antes hacer una reverencia a la mujer de edad avanzada—. Hay una loca buscándote en el recibidor.

—¿Perdón? —Lestrange continúa sin comprender absolutamente nada. ¿Quién deseaba su presencia y por qué razón? Abandona la mesa con la poción a medio terminar, retirando las protecciones de su uniforme de sanadora.

—Así como lo oyes. Intentamos calmarla con focus y me dio un cabezazo —Schnitzler señala el chichón en su frente, ni siquiera se había detenido para curarlo con un episkey fácilmente—. De verdad, te necesitan allí abajo lo antes posible.

Voltea el rostro hacia Annabeth, su jefa, quien asiente con una sonrisa relajada. Se acerca hacia Adeline para tratar ese golpe feo en la cabeza.
— No te preocupes, Olymphea. Ve, yo terminaré la poción para asegurarnos de que no se convierta en veneno.

Agradecida, avanza por el pasillo a paso veloz hasta llegar al ascensor, sorprendida por lo rápido que las puertas metálicas se abren apenas pulsa el botón de llamada.
En su mente, repasa todos los pacientes que ha tratado en los últimos días, especialmente aquellos relacionados con su planta. Sin embargo, no puede imaginarse a ninguno de ellos regresando desquiciado y golpeando a la coreana.

Cuando el sonido del timbre le avisa de su llegada a recepción, se encuentra con un caos inminente. Varios enfermeros intentan contener a una mujer castaña furiosa, quien, a pesar de su enojo, es hábil para esquivar hechizos, como si pudiera preverlos, como si supiera cuáles usarían con magia no verbal.

—¿Puedo saber a qué se debe todo este alboroto? Estamos en un hospital y una de las principales normas es mantener el respeto y el silencio.

—Madame Lestrange, por fin ha llegado —uno de los aprendices le mira como si su aparición fuese un milagro por el que había suplicado y rogado durante décadas—. Esta señorita ha llegado con un corte en su brazo y se niega a ser tratada o revisada por alguien que no sea usted. Sin embargo, lleva desangrándose desde hace un buen rato.

La mirada verdosa se estrecha, intentando identificar a la persona frente a ella. Y cuando reconoce el rostro, ruega paciencia a Morgana en su interior.
—Olymphea, volvemos a vernos. ¿Me curas p-por… fav…

Violet estaba allí. Pálida. Sin fuerzas. Casi al borde de la inconsciencia. Su voz se quiebra y sus piernas ceden. Por suerte, el personal que la sujetaba logra evitar que caiga al suelo de golpe.

La francesa suspira. Incógnitas le atormentan bruscamente. ¿Había organizado todo este caos para conseguir que fuera atendida por ella? ¿Por qué le escogió?
Y es a partir de entonces, arrepentida del reencuentro, cuando Olymphea se preguntaría en un futuro no muy lejano, que si el tiempo pone a cada uno en su lugar, ¿por qué las juntó tanto si al final las iba a separar?